¿Y si Dios no es verbo, sino silencio?
- Iveth Serna
- 14 oct 2021
- 3 Min. de lectura
Con la palabra el hombre se siente en casa, con el silencio tiene la posibilidad de regresar al hogar. La muerte es uno de los momentos en los que los límites del lenguaje se ponen y nos ponen en crisis, “no sé qué decir”, “no tengo palabras”, se dice a los deudos, pero estas frases comunes que dejan una sensación de vacío, de que lo que decimos no alcanza a corresponder lo que sentimos, pero, quizá, el silencio pueda hacerlo.
Cuando los sentimientos salen de los límites del lenguaje, de las formas y de los significados, el silencio toma su sitio como el soporte del Ser, sobrepasa entonces su papel de enlace entre palabras que siguen y anteceden y se convierte en el espacio que hace posible el lenguaje y con ello, la experiencia del mundo o de lo que conocemos como realidad.
Para el filósofo mexicano Luis Villoro (1996, p 68) “el silencio indica entonces una presencia o una situación vivida que, por esencia, no puede traducirse en palabras; algo incapaz de ser proyectado en cualquier lenguaje”, es decir, hay cosas del Ser que no tienen representación en el mundo porque la palabra no puede nombrarlas, ni significarlas y cuando lo intenta queda la sensación de que no es suficiente.
Pero si el silencio sale de las reglas gramaticales para convertirse en el espacio que hace posible la palabra y el leguaje, “la casa del Ser” de Heidegger (2015) se convierte en apenas una prisión que nos sujeta a una realidad creada y nos priva del conocimiento de la verdad.
Para las religiones abrahámicas (como el islam, el cristianismo y el judaísmo) con la palabra Dios creó los cielos y la tierra, la luz y la obscuridad y todo cuanto hay, es decir, todo cuanto puede ser nombrado, pero antes de la palabra existía lo que no tiene nombre, lo que sale de los límites de lo que podemos ver, tocar y significar, en el principio estaba la verdad, Dios el que Es y que es verbo y sustantivo al mismo tiempo, acto y Ser que no puede representarse con signos gramaticales.
En la filosofía hindú, lo primero que hizo el dios Brahma al nacer fue ponerse a meditar para dar forma, desde el silencio profundo, al sueño de la creación del mundo, una ilusión que oculta lo que antecede, Brahman, el absoluto, amorfo, silente y la única verdad.
El mundo entonces es una ilusión que se forma y alimenta de la palabra que, al mismo tiempo, nos mantiene prisioneros en los límites de lo que se nos presenta como real, y sólo es en el silencio que aparece de forma natural cuando la verdad del Ser nos invade, que tenemos la posibilidad de negar el mundo al negar la palabra para poder acceder a lo absoluto. Este tipo de silencio que significa derriba la afirmación de Derrida (1971) de que nada hay fuera del texto.
Si el lenguaje es la casa del Ser y nada hay fuera del texto, el hombre está condenado a una existencia determinada por las palabras, podemos caminar en los límites, pero no salir de ellos, sin embargo, algo poco explorado de Derrida son los “indecibles”, es decir, los elementos que no encajan en nuestras categorías de pensamiento y, por tanto, no se les puede nombrar. Para Villoro el silencio que significa no sólo está fuera del texto, sino que además lo sostiene y se convierte en lo absoluto de lo indecible porque al significar sin signo niega la palabra y al mundo que se nombra.
Además, este tipo de silencio no es inalcanzable ni divino, es una verdad de la que somos conscientes en esos momentos en los que sabemos que el único refugio es el silencio; cuando consolamos, cuando amamos, cuando miramos con compasión, cuando experimentamos un dolor profundo o un estado de contemplación con la mirada perdida en el mar, el campo o la montaña, en esos instantes no hay gramática, pero estamos conscientes de que experimentamos el retorno al Ser, lo que no podemos nombrar.
En estos episodios de conciencia la falta de lenguaje no nos atemoriza, el problema es que son apenas instantes que se ven interrumpidos por el ruido en el que creemos estar seguros porque nos provee estructura y certezas, una casa, un lugar conocido en el que las cosas tienen nombre, incluso nosotros mismos, un nombre en el que pretendemos encontrar la verdad de nuestra existencia porque si nos nombran… Somos.
Pero una casa no es un hogar. Quizá valdría la pena comenzar a negar al mundo como nos dicen que es y comenzar a buscar el bienestar en lo indecible, en el silencio que significa... en el Ser.
REFERENCIAS
Derrida, J., (1971). De la gramatologia. SIGLO XXI Editores.
Heidegger, M. (2015). Ser y Tiempo. Createspace Independent Publishing Platform.
Villoro, L., (1996). La significación del silencio. México:UAM.
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