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Por Iveth Serna
Era un día de enero brillante y frio, los relojes marcaban las trece treinta horas, los manifestantes marchaban al Capitolio, no había necesidad del letrero orwelliano “El Gran Hermano te vigila”, el mundo entero tenía los ojos puestos en ellos y lo sabían, lo buscaban, ellos mismos eran sus vigilantes y cronistas; medios de comunicación y plataformas sociodigitales enardecieron igual, o peor, que el ánimo de los asaltantes, la violencia directa de los simpatizantes de Trump encontró su par en la violencia verbal de los defensores de Biden.
Ambos grupos, que nos venden como diferentes, reaccionaron de la forma para la que fueron programados. En Estados Unidos demócratas y republicanos, pero lo mismo cualquier otro grupo político en cualquier lugar del mundo, han apostado a lo que Orwell llamó la “doble lengua”, que consiste en la manipulación política del lenguaje mediante eufemismos y relaciones lingüísticamente disonantes.
Cuando se lee la novela de Orwell, 1984, resulta evidente y hasta cómica la forma paradójica en que el Ministerio de la Verdad, encargada de los medios de comunicación y las artes, en realidad tiene la tarea de construir canales de mentira y manipulación, y si esta manipulación del lenguaje resulta tan obvio cuando se realiza la lectura ¿Por qué no lo es tanto cuando abrimos las redes sociodigitales, leemos los diarios, escuchamos la radio y vemos los noticieros de televisión?
La instauración de la doble lengua no es un asunto de posturas ideológicas y poco o nada tiene que ver con estados abiertamente totalitarios o abiertamente demócratas, tiene que ver con la protección de los intereses particulares del grupo en el poder, protegidos mediante la “corrección política” o el “lenguaje neutral”; la Neolengua de nuestro tiempo.
No es casual que en México, por ejemplo, la supresión de la frase e imagen del gobierno anterior y la instauración de eje lingüístico y metalingüístico del nuevo, sea el primer acto simbólico oficial. El lenguaje entonces va más allá de la mera propaganda política y termina por convertirse en un sistema entretejido de intenciones de control social, político, cultural y económico, el sujeto sujetado a la gramática política del sexenio, cuadrienio, trienio o bianual según sea el cargo y el lugar.
Los Ministerios de la Verdad no son invento de Orwell, los bolcheviques crearon una estrategia política conocida como “Agitprop”, que consistía en la manipulación y utilización de todas las manifestaciones artísticas y de comunicación para crear agitación y propaganda para moldear una opinión pública favorable al sistema, atacando directamente a la mente pasiva de los ciudadanos con la propaganda y apelando a sus emociones mediante la agitación. En la Neolengua no hay lugar para opiniones desleales.
También acuñaron el termino “palabra mordaza”, práctica política muy vigente en nuestros días y que son aquellas expresiones que se utilizan en una discusión para callar a los defensores o detractores de un sistema, aquí encontraríamos términos conceptuales e ideológicamente poderosos, pero que al servicio de la manipulación política están despojadas de cualquier significado e intención que no sea el de coartar la expresión del diferente, descalificarlo y denigrarlo: pequeño burgués, socialista, fascista, neoliberal, comunista, hetero-patriarcal, feminazi, homófobo, racista...
En la Neolengua, escribe Orwell, cada vez hay menos palabras, los significados cada vez son más rígidos y siempre se disminuirá la posibilidad de usarlas de manera incorrecta, así, conceptos como la igualdad política o la libertad ya no significan nada.
Pero además, es necesario que la Neolengua sea difundida e insertada en la masa, para ello es indispensable el papel de los medios de comunicación y las plataformas digitales, pero también por organizaciones de manipulación masiva como los grupos de intelectuales y artistas que firman desplegados de un lado y de otro, que deciden quien es intelectual y quien es un simple reaccionario.
El Ministerio de la Verdad Digital, como bien podríamos llamarle a las plataformas sociodigitales y que se han convertido en campos de concentración voluntaria y de linchamiento verbal, ha cerrado permanentemente la cuenta de Tw de Donald Trump por utilizar un lenguaje incendiario y violento (como si fuera el único), desde la corrección política este es un acto reconocible y deseable, pues se crea la ilusión de que con ello la agitación ha sido controlada, el problema es que la vieja lengua, que su momento ellos mismos ayudaron a insertar, está más viva de lo que ahora les conviene.
En este juego de poder entre la cúpula, la única defensa ciudadana es que nos tomemos el tiempo y la distancia para observar, pensar y analizar los efectos que tiene sobre nuestro bienestar individual y colectivo, cualquier fenómeno lingüístico de manipulación política, ya sea social, cultural, religioso o económico.
Para Orwell, en este escenario despojado de ideologías y significados es imposible traducir a la Neolengua el primer párrafo de la Declaración de Independencia de Estados Unidos, la traducción más aproximada, dice, sería “ideadelito”.
Iveth Serna publica todos los sábados en este medio.
Periodista, maestranda en comunicación organizacional y diplomada en Marketing Digital.
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