TECNOESTRÉS Y DOBLE VIDA
- José Luis Flores Torres
- 13 jun 2022
- 3 Min. de lectura
Actualizado: 13 jun 2022
Una parte importante de la sociedad señala sentirse enferma. Depresión, cansancio crónico, falta de sueño o ansiedad, padecimientos propios de las sociedades contemporáneas pero que ya advertía Freud al señalar que “el hombre suele rebajar sus pretensiones de felicidad y no nos asombra que el ser humano ya se estime feliz por el mero hecho de haber escapado a la desgracia, de haber sobrevivido al sufrimiento; que, en general, la finalidad de evitar el sufrimiento relegue a segundo plano la de lograr el placer”. (2001 p. 17).
Pedazos de felicidad que no se consiguen a partir del placer propio, sino del sufrimiento ajeno. Alegría ficticia y éticamente cuestionable. Estado que proviene de una sociedad que recurre a la tecnología sólo porque piensa que esta tiene que hacer su vida más cómoda e incluso entretenida, pero la mayoría de las veces esto no se traduce en un bienestar real y consistente.
Estado del hombre, propio de una cultura que según Sigmund Bauman (20013, p. 18) “puede ahora concentrarse en la satisfacción y la solución de necesidades y problemas individuales, en pugna con los desafíos y las tribulaciones de las vidas personales”. Satisfacción que la mayoría de las veces, ponemos en manos de tecnologías que, pensamos, nos van a resolver todas nuestras problemáticas.
Estrés de la vida contemporánea, que ahora también es denominado tecnoestrés y que no es más que un estado negativo de la mente y del cuerpo originado por el uso excesivo, sobre todo, de las tecnologías de la información y comunicación y que determinan una respuesta adaptativa a la falta de habilidad para manejar o trabajar con dichos artilugios de manera sana.
Círculo vicioso en el que, en algún momento, el mundo se perfiló hacia un modelo digitalista en donde las redes humanas, fueron complementadas (y en algunos momentos sustituidas) por redes sociodigitales, internet y aplicaciones de todo tipo. Revolución tecnológica global, en el que ahora muchos de los aspectos de nuestra vida se dirimen en el espacio de Internet.
Escuchar entonces los consejos de quienes dicen economizar el tiempo en el que uno se apersona en la red es fácil, lo difícil es poder llevarlo a cabo en un modelo de mundo que nos exige a todos estar preparados para hacer muchas cosas al mismo tiempo, “apoyados” por las herramientas tecnológicas digitales. Modelo económico, laboral y educativo, ya de por si territorios áridos, que requieren una presencia humana casi total e incondicional tanto en el ámbito de la vida cotidiana, como en el online.
Seres, que muchas veces parecen sentirse más cómodos instalados en los entornos digitales y que tal parece requieren de capacitación profunda para fomentar las habilidades sociales suficientes para transitar por la vida real. Lugar en el que aspectos como la inmediatez, el anonimato, la gratuidad, la privacidad y el respeto a los derechos sociales e individuales cobran características distintas a las que se usan en Internet.
Entonces el cansancio y el estrés (digital o no) no son más que manifestaciones claras de que la aceleración social que adquirió el mundo a partir de lo digital, va muy por delante de lo humanamente soportable. Y es que, como señala Jean Baudrillard, “la fatiga como síndrome colectivo de las sociedades post-industriales entra en el campo de las anomalías profundas, de las «disfunciones del bienestar». Este «nuevo mal del siglo» debe analizarse en conjunto con los demás fenómenos anómicos cuyo recrudecimiento marcan nuestra época, cuando todo debería contribuir a resolverlos”. (2009, p. 232).
Anomia que es solventada, aparentemente, con momentos de felicidad que provee la propia red. Horas en las que nos adentramos en los contenidos proporcionados por YouTube y en el que vemos pasar la vida y la desgracia humana en sus distintas modalidades y en las que agradecemos no ser la persona caída en desgracia que es víctima del linchamiento digital de moda.
Casi treinta años de convivir en los entornos digitales, a los que muchos continúan llamándoles nuevas tecnologías de comunicación e información. Escenario que se desarrolla en el binomio: "día común-doble vida" (como dice la canción) que nos conduce necesariamente, ya sea al control personal, al conformismo social, al tecnoestrés o a la búsqueda de respuestas en un viaje en ayahuasca. Usted elige.
REFERENCIAS
Baudrillar, Jean. 2009. La Sociedad de Consumo. Ed. Siglo XXI.
Bauman, Zygmunt. 2013. La cultura en el mundo de la modernidad líquida. Fondo de Cultura Económica.
Freud, Sigmund. 2001. El malestar de la cultura y otros ensayos. Ed. Colofón.
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