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Foto del escritorClaudia Pérez Flores

SI VIVIERA MONSIVÁIS

Si viviera Monsiváis ¿cómo describiría este tiempo? seguramente lo haría como en la portada del libro Los rituales del caos de 1995.


Desempleo, protestas, chovinismo, desigualdad y hasta el uso de la tecnología como preeminencia, basta observar la mano que sostiene los celulares en medio del tumulto. Y es que Monsiváis tenía la sensibilidad, la inteligencia y la mirada crítica para representar a través de la palabra la diversidad, lo onírico e irónico, lo cruel, lo oculto, divertido, contradictorio y sui géneris de lo que es México.


Al hojear el libro, las fotografías Un concierto en La Raza, la ilustración de El flechador del cielo, de Jesús Helguera; las imágenes de El niño Fidencio, El Santo, el Viernes Santo en Iztapalapa, el box, peregrinos en la Basílica, celebración futbolera en el Ángel, balnearios, el metro, una redada y hasta fotos de Luis Miguel y María Félix, son el crisol de realidades que, el también amante de los gatos, plasmó a través de la crónica urbana, uno de los géneros que lo encumbró.


Al respecto, Jaramillo (2012:12) refiere que, “Carlos Monsiváis define la crónica como la reconstrucción literaria de sucesos o figuras, género donde el empeño formal domina sobre las urgencias informativas”. Jaramillo, también poeta, novelista y ensayista colombiano, define a Monsiváis como uno de los padres fundadores del periodismo narrativo latinoamericano del siglo XXI que experimentó un boom a través de la crónica.


En Latinoamérica Monsiváis marcó a toda una generación escritores y como no hacerlo cuando se toma en consideración una de las bases fundamentales de la crónica que es el tiempo, un tiempo que transita entre lo objetivo-subjetivo, lo real e irreal, lo simbólico que se construye a través de la representación en la interacción entre los individuos. El lenguaje en la crónica da voz a la palabra porque da intencionalidad y matiza lo que se desea transmitir.


En ese sentido, en Los rituales del caos, el simbolismo es lenguaje que se identifica con frases como: Me estoy dando un baño de mexicanidad, Como México no hay dos, El Mexican Curius, gusto charro, ¿a qué le tiras cuando sueñas mexicano? hasta el llévelo, llévelo, güerita ¿qué le damos? -ahora es damita-, que engloba una serie de ritos, costumbres, imaginarios, ceremonias que sólo Monsiváis capturó a través de la crónica urbana.


Sonidos, sabores, rostros, tiempo, espacio y también humor o miedo porque en Los rituales del caos México es como lo refiere Monsiváis, de esos orgullos que dan (o deberían dar) escalofríos porque la narrativa es de México, la ciudad más contaminada del planeta, México la ciudad más poblada del mundo, México, es la ciudad en donde lo insólito sería que un acto, el que fuera, fracasase por inasistencia, México es la ciudad en donde lo invivible tiene sus compensaciones, la primera de ellas el nuevo estatus de la sobrevivencia.

Es por eso que, al preguntarse ¿cómo describiría Monsiváis este tiempo? un tiempo de caos, considero que lo narraría desde esa irrealidad tan real. Desde las botargas de los jóvenes que asisten a vacunarse, el amor a los perrhijos, las fiestas en plena pandemia, las playas a reventar, el cubre bocas utilizado como bufanda, el espectáculo de luces y sonido de la maqueta del Templo Mayor, desde los influencers que pierden la vida al intentar realizar un reto riesgoso para conseguir más followers; desde esos sueños, esperanzas, coraje, rabia, que solo la crónica, como lo señala Jaramillo, se arriesga a ocupar una frontera, un interregno en donde “los testigos no son ni los muertos ni los supervivientes, ni los hundidos ni los salvados, sino lo que queda entre ellos”, esos que están en la portada de Los rituales del caos.







Referencias

Jaramillo Agudero, D. (2012). Antología de la Crónica Latinoamericana Actual. México: Alfaguara.

Monsiváis, C. (2018). Los rituales del caos. México: Bolsillo era.








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