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Foto del escritorIveth Serna

ROMPER A LA GENERACIÓN DE CRISTAL

Si pudiera retroceder en el tiempo iría al 23 de marzo de 2020. El reporte meteorológico pronosticaba cielos despejados y ambiente cálido. Aliviábamos la incertidumbre con buenos augurios; la restauración ambiental, el fin del capitalismo, la solidaridad social. El confinamiento era una hoja en blanco sobre la cual podíamos escribir el mejor de los futuros posibles. Volveríamos más fuertes, optimistas, incansables, invencibles. A la vanguardia, los jóvenes apoderándose de un mundo lleno de posibilidades.


Cuando se abrieron las puertas, un chico de nueve años utilizó su hoja para escribir una nota suicida: "No tengo nada que esperar". Otros 3 mil 454 jóvenes mexicanos entre 10 y 29 años también se quitaron la vida durante el 2020. (INEGI:2020). El suicido se convirtió en la segunda causa de muerte, sobre todo entre aquellos de 25 a 29 años.


Muchos de ellos, antes de firmar su nota suicida, tuvieron que firmar su carta de renuncia, su sentencia de divorcio o la notificación de desalojo. Aunque el número de jóvenes desempleados en nuestro país iba subiendo a la par de la caída económica desde 2019, de acuerdo con la Organización Mundial del Trabajo (OIT), durante el 2020 tuvimos un “aumento sin precedentes en la desocupación” (OIT:202), mientras que el INEGI reportó que casi el 19% de los jóvenes se quedaron sin empleo y, de los que lograron mantenerlo, el 8.7% estuvo dispuesto a trabajar más de lo necesario sin un aumento salarial, factores que incrementaron significativamente los índices de pobreza juvenil.


Esta precariedad ocupacional está teniendo repercusiones importantes en los niveles de bienestar entre los jóvenes. Casi 3 millones de estudiantes abandonaron la escuela por motivos directamente relacionados con la pobreza o la Covid, a ellos se suman el 93% de los que aspiraron a ingresar a la educación universitaria y fueron rechazados (MAES:2020).


Otra implicación es el retraso para dejar la casa de los padres por la imposibilidad de comprar una vivienda o por la dificultad para pagar una renta completa, si deciden independizarse deben compartir un departamento de cuarenta metros cuadrados con otras dos o tres personas; roomies es una manera elegante para invisibilizar la pobreza habitacional que convive con la alimentaria, expresada en una dieta a base de atún o de la comida congelada que recogen de casa de sus padres el fin de semana.


Los afortunados que tienen “trabajo estable” y gozan de las famosas “prestaciones de ley”, tienen el privilegio de acceder a un crédito de vivienda. Si lo hacen, se endeudarán por treinta años o más, terminarán pagando el triple de su costo inicial y, si tienen suerte, serán dueños de su casa al mismo tiempo que lucharán por sobrevivir con una pensión precaria que tendrán que juntar con algún programa asistencial para apenas cubrir lo necesario.


Algunos, más entusiastas, adoptarán la filosofía “adquiere tu libertad financiera siendo tu propio jefe”, aceptarán trabajar por honorarios, salarios asimilados o subcontratación, trabajaran el doble o el triple mientras ven como casi el 50% de sus ingresos será para pagar impuestos. Y que ni se les ocurra enfermarse, porque el acceso a un servicio de salud de calidad, como dejó claro la pandemia, es un privilegio para pocos.


No son los jóvenes quienes están fallando, aunque eso nos quieran hacer creer con todo ese discurso de las generaciones que los estigmatiza y los prepara para el fracaso seguro y, además, los culpa anticipadamente por ello. Ellos no son los culpables de que tengamos un sistema económico rapaz en el que las personas son vistas como mercancías. No son culpables de un sistema de gobierno perverso y corrupto que es incapaz de generar políticas públicas que de verdad busquen el bienestar. ¡Los jóvenes no son los culpables de una sociedad “adulta” incapaz de ser empáticos con ellos y que los llena de exigencias y de expectativas que de sobra saben que no podrán cumplir “yo a tu edad…”! Pero este mundo, al parecer, no es lo suficientemente grande para que todos los jóvenes tengan cabida.


Ni del milenio, ni del centilenio, ni de cristal… nuestros jóvenes son personas que se esfuerzan por sobrevivir a un modelo altamente selectivo, por cumplir con todas las exigencias de un sistema político, económico, social y cultural que llevan a cuestas y cuyo peso está agrietando el terreno de un contrato social que promete prosperidad y seguridad pero que no cumple, grietas donde florece la oportunidad de generar resistencia, rebeldía, de ser contestatarios, de ser posibilidad, de ser vida.


¿Será que los jóvenes no tienen nada que esperar? ¡Que equivocados estábamos! La pandemia no fue un borrón y cuenta nueva, fue apenas una serie de puntos suspensivos para aumentar la tensión de un desenlace que desde hace varias décadas se viene leyendo…fatal. Y, aun así, volvería al 23 de marzo de 2020 porque la esperanza es una sensación térmica que le hace bien al alma y al cuerpo.


Hoy es 12 de agosto, Día Internacional de la Juventud. De la esperanza queda poco. Hoy, en nuestro país hay pronóstico de lluvia y parece, según los reportes, que el clima no mejorará. Por favor, tomen sus precauciones.


REFERENCIAS


Instituto Nacional de Estadística y Geografía. (2021, 23 marzo). INEGI presenta resultados de la encuesta para la medición del impacto COVID-19 en la educación. INEGI. https://www.inegi.org.mx/contenidos/saladeprensa/boletines/2021/OtrTemEcon/ECOVID-ED_2021_03.pdf


Instituto Nacional de Estadística y Geografía. (2020, 8 septiembre). INEGI. ESTADÍSTICAS A PROPÓSITO DEL DÍA MUNDIAL PARA LA PREVENCIÓN DEL SUICIDIO DATOS NACIONALES. https://www.inegi.org.mx/contenidos/saladeprensa/aproposito/2020/suicidios2020_Nal.pdf


Organización Mundial del Trabajo. (2020, 1 octubre). OIT. México y la crisis de la COVID-19 en el mundo del trabajo: respuestas y desafíos. https://www.ilo.org/wcmsp5/groups/public/---americas/---ro-lima/---ilo-mexico/documents/publication/wcms_757364.pdf


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