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Las redes sociales (o sociodigitales como las llaman desde hace algunos años autores como Raúl Trejo Delarbre), de acuerdo con las investigadoras norteamericanas Danah Boyd y Nicole Ellison, son servicios basados en la Web que permiten a los individuos: construir un perfil público o semipúblico dentro de un sistema delimitado, y articular una lista de usuarios con los que compartir, ver y explorar esa lista de conexiones y otras realizadas por otros usuarios dentro del sistema.
A partir de tal conceptualización, es posible señalar que ante todo las redes sociodigitales, son, por así decirlo, estructuras tecnológicas que operan en el entorno virtual, y que permite a los usuarios forjar una estructura de contactos, crear y compartir contenido de diversa índole, generar formas de interacción y comunicación a diversos niveles con un alcance global y sobre todo (y no menos importante) crear un perfil con el cual habrá de ser identificado en la red.
Tales sistemas surgieron a principios de la década del 2000, y fueron producto de una larga evolución de la tecnología digital y de esfuerzos colaborativos de índole internacional provenientes del entorno bélico de los años de la guerra fría. Producto de tales esfuerzos a finales de los años sesenta del siglo pasado, vio la luz ARPANET, que se constituyó como la primera red de computadoras creada por el Departamento de Defensa de los Estados Unidos.
Tres décadas después, el proyecto evolucionó de tal manera, que dio paso a lo que ahora conocemos como Internet. Así pues, de manera inmediata tal plataforma empezó a popularizarse en todo el mundo y se empezó a construir no solo una representación simbólica de lo que tal tecnología significaba, sino que empezaba a visualizarse que tanto Internet como las redes sociodigitales prestaban un servicio distinto al que ofrecían los medios de comunicación masiva.
De igual manera los usuarios de esta tecnología empezaron a trazarse la idea de que acercarse a las plataformas digitales constituía una experiencia distinta a lo que significaba tener contacto con lo que ahora llamamos medios tradicionales. Crearse una real idea de lo que significaría Internet, de tal manera, tomó tiempo. La relación hombre máquina fue construyéndose socialmente al paso de los años y en tal relación caben el amor, el odio, la desconfianza, la fascinación, pero casi nunca la indiferencia o el desdén.
De tal suerte, una incipiente cultura digital empieza a configurarse a nivel global y lo hace de tal manera que, de acuerdo a la opinión de diversos autores, se empieza a fraguar un nuevo entorno sociotecnológico, en el que una sociedad industrial dependiente de la mecanización de los procesos manufactureros, mecánicos y de transporte, empieza a transformarse en lo que se empezó a llamar la sociedad de la información basada sobre todo en los aportes tecnológicos de Internet y las redes sociodigitales.
En tal contexto, cabe hacer la pregunta: ¿es posible que las personas puedan mejorar su vida haciendo uso de las redes sociodigitales? Para responder a tal pregunta, cabe en primera instancia reiterar la distinción referida a que, como se señalaba con anterioridad, considerar a la tecnología digital en el mismo nivel que los medios tradicionales representa no solo un error de tipo conceptual, sino que significa tener una perspectiva bastante limitada de lo que tal tecnología representa y aporta.
De igual manera cabe recordar que, tal como lo señala el filósofo canadiense Marshall McLuhan, la tecnología es una extensión de las capacidades del hombre y en muchos sentidos es capaz de incidir de distintas maneras en el desarrollo de un grupo social en un determinado contexto. En suma, para McLuhan, el hombre crea la tecnología, y después es la tecnología la que forma al hombre.
En tal lógica es innegable la existencia de una serie de herramientas en la red, en donde Internet se presenta como un espacio virtual que no sólo revoluciona y maximiza las formas y prácticas de socialización de las personas; sino que también potencializa la comunicación, la vinculación e interacción social, generando la posibilidad de construir alianzas colaborativas en donde se estarían incentivando la generación de comunidades inteligentes y participativas en el espacio virtual.
Dicho de otra manera, las redes sociodigitales se constituyen como espacios en donde los usuarios pueden dar forma a modelos de comunidad en red, en donde habrá de existir la posibilidad de socializar puntos de vista, propuestas o bien, exponer (e incluso solucionar) problemas de diversa índole.
No obstante, es justo señalar que, así como las redes sociodigitales aportan herramientas útiles que pueden mejorar en muchos sentidos la calidad de vida de las personas, tal tecnología aún está fuera del alcance de al menos una tercera parte de los mexicanos quienes se encuentran marginados del mundo digital. Es decir, existe una profunda fisura o brecha entre quienes disponen cotidianamente de información (en este caso vía Internet) y quienes por diversas razones están marginados del uso de la misma.
Por otro lado, llama la atención el alto porcentaje de personas que se vinculan a las redes sociodigitales solo para emprender actividades relacionadas al entretenimiento y, por el contrario, los usos educativos y de vinculación con el gobierno parecen rezagados. Dicho de otra manera, los usos de Internet en nuestro país parecen centrados en actividades relacionadas con el entretenimiento. El problema aquí, lo representa el hecho de que muchos de tales contenidos se enfocan en la presentación de temas baladíes, poco trascendentes y abordados de manera superficial.
Todo esto resulta por demás lamentable pues nos muestra que las redes sociodigitales están siendo subutilizadas, es decir, dada su potencialidad y su relativa facilidad en el uso, bien podrían significarse como una plataforma ideal para proyectar una el desarrollo, difundir conocimiento, coadyuvar a una gestión más eficiente de la información, generar nuevas propuestas artísticas y constituirse como una herramienta que sirva como motor de la enseñanza y la capacitación para las empresas.
Es así como la relación entre redes sociodigitales y bienestar es por demás clara y está llena de oportunidades, siempre y cuando exista no solo una consistente cultura digital y una educación para el uso de Internet, sino que habría que empezar a constituir de manera urgente una sólida ciudadanía digital que nos provea de las armas suficientes para acercarnos de manera ética y creativa a las nuevas tecnologías digitales.
José Luis Flores publica todos los martes en este medio.
Licenciado en Ciencias de la Comunicación por la Universidad Autónoma Metropolitana (UAM) Xochimilco, Maestro en Comunicación por la Universidad Iberoamericana y Doctorante en Investigación de la Comunicación por la Universidad Anáhuac México. Académico en la Facultad de Comunicación en la Universidad Anáhuac México.
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