Antes de que fuera popular el uso de la computadora y la Internet, solía visitar la biblioteca de México “José Vasconcelos” ubicada en la plaza de la Ciudadela. Tenía que llegar temprano si quería avanzar con la tarea de consultar libros, revistas y periódicos. Revisar el fichero era el primer paso, llenar la papeleta, entregarla, revisar los documentos, fotocopiar y devolver el material era lo que seguía.
El sábado o domingo era cuando más gente visitaba este recinto, desconozco si esto sigue así, tanto por los recursos tecnológicos actuales como por la pandemia que limitó la movilidad. Recuerdo que además de cumplir con el trabajo académico, llegar a la plaza de la Ciudadela era toda una aventura que comenzaba al abordar el metro, ese gusano naranja desde la profundidad de la estación Mixcoac, de ahí transbordar a Tacubaya para conectar con la línea rosa que te lleva a Balderas, lugar de historias e inspiración de canciones como la de Rockdrigo González.
Al salir del subterráneo, caminaba de 10 a 15 minutos entre vendedores ambulantes que ofrecían artesanías, pulseras y collares hippies de todos los colores, alebrijes, libros de segunda mano -por cierto, unos muy buenos y baratos, ropa, discos y no podía faltar la mezcla de olores entre incienso, comida, perfumes y demás.
Era toda una experiencia sumergirse en esos pasillos ruidosos que al final te llevaban a la sala de estudio silenciosa, era una sensación de encontrar un poco de paz entre el bullicio del centro de la ciudad. Lo mejor era que una vez que terminaba la tarea, solía pasar al Centro de la Imagen que está a un costado de la biblioteca, ahí conocí el trabajo de los fotógrafos Tina Modotti y el del mexicano Adrián Bodek que en conjunto con el alemán Ulrich Wüst expusieron “Lo propio en lo ajeno y lo ajeno en lo propio” donde intercambiaban opiniones y discusiones sobre la idea que cada uno tenía sobre el país del otro.
“Esclarecimiento” fue otra muestra que visité, esta obra reflejaba la lucha por los derechos humanos en Guatemala. Rigoberta Menchú, en una de esas fotos, encabezaba la marcha del silencio en Guatemala el 28 de abril de 1998. Imágenes de protesta con pancartas como “Guatemala nunca más” que son tan vigentes hasta nuestros días.
Al salir del Centro de la Imagen algo más llamaba mi atención. Era el ritmo pegajoso del danzón. Nereidas y Almendras eran las piezas que identificaba pero sin duda había muchas, muchas más que la gente bailaba, a veces con la orquesta en vivo o con el sonido de la grabadora.
Del uno al siete era la marcación, dibujando uno o dos cuadros en el piso con un porte, elegancia y cadencia exclusiva de este género. Entre tacones, sombreros, vestimenta tipo pachuco, atuendos de gala o más relajados, las personas sacan sus mejores pasos olvidándose por un rato del estrés.
Hacer esta retrospectiva viene bien ante la paulatina incorporación a la “normalidad” ya que el pasado viernes, el Gobierno de la capital anunció el regreso al semáforo epidemiológico verde a partir de esta semana y más allá del color -algo por demás controvertido- es necesario retomar poco a poco la cotidianidad que no sé qué tanto haya cambiado.
Lo que sí sé, es que si bien ahora tenemos más ofertas culturales de manera virtual, lo presencial sería lo ideal considerando que, llevamos dos años de “encierro”, que necesitamos recuperar algo de lo que perdimos como el diálogo cara a cara.
Mi recorrido por la plaza de la Ciudadela y todo lo que circunscribe, no hubiera sido posible narrarlo sin la experiencia vivida, esa que sólo te la da el interactuar con la gente cuando caminas por los alrededores de una de las calles con más historia de la Ciudad de México como lo es Balderas.
Referencias
Foto: Teresa Vaquero
Bodek, A., Wüst, Ulrich., (1998) Lo propio en lo ajeno y lo ajeno en lo propio, Centro de la Imagen, Ciudad de México.
Hernández, D., (1998) Esclarecimiento, Centro de la Imagen, Ciudad de México.
Modotti, T., (1998) La cámara mágica de Tina Modotti, Centro de la Imagen, Ciudad de México.
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