POSTALES CITADINAS
- Comunicación para el bienestar
- 17 may 2022
- 3 Min. de lectura
Es sábado por la tarde, el termómetro en la Ciudad de México marca una temperatura máxima de 26 grados, afortunadamente hace aire y eso se agradece porque en las últimas semanas de mayo la calidad de la atmósfera en la metrópoli ha sido mala.
Entre contingencias ambientales y un poco la ayuda de Tláloc, vamos sorteando la primavera de regreso a la “normalidad”. Hay más gente en las calles, el cubre bocas se sigue utilizando tanto en espacios abiertos y cerrados (aunque ya no es obligatorio) y el tráfico de la ciudad es como siempre, a vuelta de rueda envuelto en un abrumador calor.
Con sudor, sed y cláxones que envuelven a esta chilanga ciudad, pasa una limusina, sí, ese carro largo con capacidad como para 25 personas o más. La quinceañera y los chambelanes se asoman por el quemacocos, van saludando, bailando y cantando, es la magia de los 15 años, la que sólo se vive una vez, dicen.
Este episodio se puede enmarcar en el concepto de vida cotidiana que de acuerdo con Lalive (2008, p. 9-10) no se reduce sólo a lo rutinario, lo repetitivo, lo histórico o a-histórico porque su concepción es más amplia. El autor sugiere distinguir entre lo cotidiano y la cotidianidad. Lo primero, es la historia de las significaciones, sus evoluciones y sus transformaciones, aquí las palabras son productos sociales como resultado de la sociología del lenguaje, mientras que lo segundo, es la relación con la transformación y una construcción de una herramienta científica.
Lo interesante en el planteamiento de Lalive es que la vida cotidiana, que también es sentido común, se construye desde un hecho social, es decir, el día a día. Esta vida cotidiana transita por las palabras y las palabras se traducen en prácticas, en éstas últimas las estructuras y las instituciones están relacionadas con el poder.
Con la palabra y la práctica se genera el relato a partir de las cosas que contamos. En estos relatos hay irrupciones del acontecimiento. Para Lalive (2008 p. 13) en su desarrollo, “el relato se apoya primero en el marco ofrecido por el ciclo cotidiano, luego pasa a ciclos más amplios, por sumatorias sucesivas, es decir, el día, luego la jornada a la semana, el año y sus periodos (más o menos vinculados a las estaciones), después a la vida y sus fases”.
A su vez, estos relatos generan rituales, es decir, una secuencia de actividades caracterizadas también por un valor simbólico que se pueden romper por lo inesperado. Del ritual viene la rutina que se acomoda bien en un espacio y tiempo determinado y, de esta, el acontecimiento que tiende a un comportamiento colectivo.
Tomando como referente la fiesta de quince años se puede decir que, desde la palabra alguien en algún momento de la historia dijo que era importante hacer una fiesta para celebrar la entrada de la vida adulta de la mujer. Después, esta idea se convirtió en una práctica en la que intervino la familia, la iglesia, las empresas que venden los vestidos y demás. De la práctica se generó el relato, es decir, el cómo se narró la fiesta de quince años, cómo estuvo la pachanga nos preguntamos y con el tiempo, se popularizó en todos los sectores.
Del relato, es decir, del cómo pasó, viene el ritual, que sería el famoso vals con los chambelanes, las damas o los familiares y, una posible irrupción podría ser que tener padrinos para todo ya no se usa tanto. La rutina sería el comportamiento colectivo, es decir, arreglarse, comprar el regalo, asistir a la fiesta y participar en un acontecimiento deseado, planeado y preparado para dar a conocer a la hija en sociedad.
De ahí que, como lo señala Lalive, que la vida cotidiana se imponga como un lugar de múltiples dialécticas vividas desde lo rutinario y del acontecimiento, es decir, un proceso de constante repetición por lo que no es casual que al andar por la ciudad, en esos recorridos cortos que se vuelven eternos por el tráfico y el calor, encontremos como parte de las postales citadinas a las quinceañeras que se toman la foto en el Ángel de la Independencia o en el parque La Mexicana en Santa Fe porque así es la vida cotidiana.
Referencia
Lalive D´epinay, C. (2008). La vida cotidiana: construcción de un concepto sociológico y antropológico. Sociedad Hoy, 9-31.
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