Somos un centro de investigación y análisis de comunicación para la reflexión, discusión y generación de propuestas para el bienestar mediante la creación de conocimiento práctico que abone al diseño de mejores políticas públicas.
Por José Luis Flores Torres
Por el otro lado, la esfera de los medios de comunicación tradicionales, muchos de ellos con un trabajo muy valioso, pero la mayoría, herederos de una forma de hacer periodismo poco crítico, muchas veces corrupto, habituados a las frivolidades de los políticos en turno y acostumbrados a una dinámica periodística permeada por una estructura política/económica (basada en el rudimentario principio del: no pago para que me peguen) que solo hacía viable su existencia, a partir un infame modelo político/mercantil lleno de compromisos de todo tipo, bajo el cual operó (y que en muchas regiones sigue operando) durante décadas.
Para considerar a las redes sociales (o mejor dicho sociodigitales) como benditas, habría primero que conceptualizarlas como un conjunto estructurado de sujetos sociales, que están necesariamente enlazados a dos tipos de relaciones: con otros sujetos sociales y con las conexiones que se construyen entre ellos. En tal sentido, ninguna red sociodigital, puede considerarse bendita o eficiente, si se coloca en el centro de éstas a personajes (el youtubero o influencer del periodismo) que opinan y defienden las más diversas causas, pero que escasamente se interesan en forjar, redes profundas de contacto y participación con la audiencia, la cual (con honrosas excepciones), se ubica en el papel que tradicionalmente se le ha asignado: ser pálido espectador de lo que se publica.
Así, conexión no significa conectividad y en el mejor de los casos, algunos de los usuarios más temerarios, publican sus comentarios, pero estos divagan y se pierden en un mar de puntos de vista que no trascienden hacia un real intercambio de información que tenga como fin establecer redes de contacto en el que se genere un diálogo participativo, teniendo como telón de fondo los entornos digitales.
Las plataformas cambian (de la televisión a las redes sociodigitales), pero tal parece que en muchos sentidos el papel de los participantes en el proceso de comunicación sigue siendo el mismo. El medio es el mensaje, señala enfático el filósofo canadiense Marshall McLuhan, y desde luego las herramientas que pone a la mano Internet, (en donde el tiempo, el espacio y las formas de relación cobran nuevas dimensiones) podrían ser el campo propicio para el surgimiento de una nueva forma de hacer periodismo.
Pero, en las redes sociodigitales en las que el influencer es más importante que la red de relaciones que pueden trazar, el objetivo de los contenidos que se elaboran, se convierte en mero pretexto para pasar de la cultura del conocimiento a la cultura de la mercancía en donde la construcción de redes y comunidades digitales, se convierte en modelo de negocios e instrumento para la monetización y la comercialización de datos.
En el mundo de los entornos digitales, es una realidad que, en términos generales, no evolucionan o trascienden las redes con más inteligencia, sino las que más y mejor se relacionen entre sí. Tales formas de relación, en las comunidades digitales inteligentes, tendrían que trascender a relaciones de apoyo, confianza y participación constantes en donde se puedan construir las condiciones para emprender las acciones necesarias que impacten positivamente en la vida de las personas.
No obstante, al parecer, el principal defecto en estas plataformas sociodigitales periodísticas, es que formalmente parece que su modo de organización, más que funcionar como una estructura de red, aun operan como una estructura lineal/vertical, centrada en torno a (al menos) un personaje visible (el influencer que parece más interesado en monetizar que en informar), y que por lo que se ve, es incapaz o está poco interesado en generar verdaderas redes de colaboración inteligentes y participativas.
Otra característica es que la supuesta libertad en las redes sociodigitales, se ve limitada al tratar de seguir los controles que impone la propia plataforma (que a su vez son grandes corporativos con reglas poco claras y caprichosas). Así, en la operación de las plataformas digitales, como atinadamente lo señala Byung-Chul Han, la libertad y la comunicación ilimitadas se convierten en control y vigilancia totales. También los medios sociales se equiparan cada vez más a panópticos digitales que vigilan y explotan lo social de forma despiadada.
El problema entonces es que, al parecer, estamos en el interregno, en donde la gente desconfía de unos medios de comunicación tradicionales, pero al mismo tiempo no termina de tomarse en serio a los creadores de contenidos en el entorno digital. Y en medio, una tercera esfera parece que no termina de construirse, pero que opera tanto en el entorno online como en el offline.
Se trata de periodistas a secas (que pueden ubicarse en cualquiera de los dos entornos) que conocen bien su oficio, salen de sus oficinas, ensucian sus botas y hacen lo que tiene que hacer el profesional de la información: construyen la noticia, toman testimonios, acuden a las fuentes, contrastan datos, todo esto con el único fin de mantener informada a la ciudadanía y, en el mejor de los casos, ponernos en el camino hacia la construcción de una opinión pública enterada y participativa.
José Luis Flores publica todos los martes en este medio.
Licenciado en Ciencias de la Comunicación por la Universidad Autónoma Metropolitana (UAM) Xochimilco, Maestro en Comunicación por la Universidad Iberoamericana y Doctorante en Investigación de la Comunicación por la Universidad Anáhuac México. Académico en la Facultad de Comunicación en la Universidad Anáhuac México.
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