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Por José Luis Flores Torres
Narrar, describir, contar, poner por escrito algo no es un asunto menor, sobre todo cuando se pretende dar cuenta de datos, escenarios, historias y/o fundamentaciones. Redactar, al mismo tiempo es arte y ciencia, estilística y exactitud. Belleza en el mejor de los casos.
Narrar encarna el sentido de dar cuenta de historias, plasmarlas, representarlas, para referir hechos pasados, presentes o futuros. De esta manera, la narración se puede entender como el conjunto de actos o expresiones lingüísticas mediante las cuales una persona cuenta el desarrollo de un suceso real o ficticio, cotidiano, científico o literario.
Muchos opinan que es importante que el suceso sea trascendente y se plasme con pluma ágil para así seducir y mantener la atención del lector. Pero esto, no siempre es así, ya que grandes acontecimientos han pasado desapercibidos por la poca pericia de quienes los cuentan. No obstante, los hechos, de por sí trascendentes, pueden adquirir nuevos vuelos en manos de los verdaderos narradores. Así, puede no gustarnos el boxeo, pero no pasa desapercibida la crónica que Norman Mailer hace del épico quinto asalto de la pelea entre Mohamed Alí y Georges Foreman.
Y es que mientras los periodistas deportivos se centraron en lo visible de la grandeza del Knock out con el que Alí, fulminó a su oponente (en el octavo asalto), Mailer fue capaz de descubrir el presagio de la tormenta y describió el momento más bello en la historia del boxeo, el episodio cinco, develando la ciencia, la estrategia, el arte, la belleza y la fuerza de los últimos treinta segundos del mítico round.
Otras veces la importancia de una narración, no recae en los hechos que sucedieron, sino en aquellos acontecimientos que pudieron suceder pero que por alguna razón poderosa se frustraron. No obstante, los narradores están ahí, para construir la épica del hecho inconcluso. Como el célebre no gol de Pelé ante Uruguay en el mundial de fútbol de México 70, el cual es descrito por Sergio Rodrígues, en su novela “El Regate”. La jugada es arte puro, efímero, que no logra transformarse en gol, por culpa del balón que caprichoso, decidió correr a centímetros del arco del derrotado portero uruguayo.
A final de cuentas, Brasil, logró el tricampeonato en aquel célebre mundial, pero con aquella jugada, según Sergio Rodrígues, Pelé refinó el fútbol a su esencia más etérea. El fútbol se convirtió en idea pura y, de repente, hombres, pelota, nadie se comportaba como se esperaría que se comportaran en este mundo vano.
Así, tal como lo hicieron Mailer y Rodríguez, el narrador ha de aprender necesariamente a descubrir estas motivaciones profundas, las escenas o momentos críticos que habrán de soportar o contener los hechos sociales. Para ello ha de ahondar con las diversas técnicas e instrumentos de investigación, pasando de lo llamativo o visible para poder ser capaz de distinguir y acceder a esta realidad profunda.
Narrar, significa entonces tener consciencia de la importancia de las palabras, porque ellas están en el centro de la historia. Entonces, palabra y narración son un binomio que trasciende cuando se le agrega sonido, imagen, video, etc. Pero, como señala Ferdinad de Saussure, lo que el signo lingüístico une, no es una cosa y un nombre, sino un concepto y una imagen acústica la cual no es el sonido material, cosa puramente física, sino su huella psíquica.
Esto es, las palabras tienen su propio contexto, escenario en el que logran trascender. Antes son mero eco textual, evocación de algo o de alguien. Los significados entonces habrán de construirse de manera cómplice entre el narrador que propone y el lector que dispone. Y en torno, mediaciones múltiples, contextos desde donde y resistencias algunas más sutiles que otras.
Hoy da la impresión que muchos periodistas, quieren ser un poco de todo (activistas, gestores sociales, héroes anónimos con sed de reconocimiento) pero pocos, como el viejo redactor y poeta Johannes, uno de la vieja guardia, personaje salido de la mente de Herman Hesse que conocía perfectamente las implicaciones que involucran el uso de las palabras, y que sabía que cuando el periodista utiliza la palabra trágico, algo en verdad funesto tendría que haber sucedido.
En suma, la palabra resulta una herramienta fundamental al servicio de la narración, en donde puede servir para llevar a cabo una descripción densa, para dar cuenta de la observación de algún fenómeno o para establecer un diálogo y plasmarlo en papel.
Entonces la narración se acompaña de recursos básicos como la argumentación, la fundamentación conceptual, la interpretación, la desconstrucción de una realidad, que habrá de cobrar sentido en la redacción y en la mente del autor. Todo ello con el objeto de tener la certeza de que una parte de la realidad ha sido investigada y descrita con el rigor de lo científico y con el arte de las palabras.
José Luis Flores publica todos los martes en este medio.
Licenciado en Ciencias de la Comunicación por la Universidad Autónoma Metropolitana (UAM) Xochimilco, Maestro en Comunicación por la Universidad Iberoamericana y Doctorante en Investigación de la Comunicación por la Universidad Anáhuac México. Académico en la Facultad de Comunicación en la Universidad Anáhuac México.
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