El espectáculo no realiza la filosofía, transforma en filosofía la realidad.
Guy Debord.
Por Eduardo Carrasco
La mediación de la vida, a través de los tradicionales medios unidireccionales de comunicación, como de las redes sociodigitales, va normalizando la llamada realidad virtual, por lo que sin hipérbole nos introducimos al oxímoron de la vida.
Más allá de la dicotomía entre apocalípticos e integrados de los medios, las tecnologías de la información y la comunicación (TIC’s) se presentan como las principales beneficiarias de la pandemia; por ejemplo, se calcula que la plataforma para video llamadas grupales de Zoom, suma un promedio de 300 millones de usuarios diarios, sin contar otras múltiples plataformas con el mismo servicio.
El incremento en compra/ventas electrónicas, el desplazamiento del dinero por la tarjeta bancaria, e incluso la disposición de efectivo sin tarjeta, los emojis, gif’s, stickers, un metalenguaje del metalenguaje.
Una realidad que no lo es permea en múltiples áreas de la vida haciendo de casi todo un espectáculo y desafortunadamente la politiquería lo capitaliza ¿me victimizo porque me critican, o me critican porque me victimizo?, qué más da: sólo importa el espectáculo.
Tal parece que la credibilidad suplanta a la verdad, aunque son dos aspectos diferentes: se puede tener credibilidad sin declarar la verdad, o bien decir la verdad sin tener credibilidad; a la posverdad le basta con que se le crea.
En muchas voces se argumenta el “nosotros” descalificando al resto; incluso quienes argumentan con aparente filosofía se basan en la sociedad del espectáculo para presentar sus sesudas reflexiones sobre el oxímoron de la realidad que no es sino un constructo virtual, pero basta con la credibilidad.
Hasta dónde avanzará la realidad virtual en las relaciones interpersonales y las auténticas redes sociales, que no son sociodigitales; hasta donde las TIC’s desplazarán la realidad a secas.
La pandemia ha acelerado el papel de las actividades mediatizadas yendo de lo personal a lo comunitario y lo público, la generalización y multiplicación de grupos vía las TIC’s pasan por lo familiar, lo colaborativo, lo escolar, lo recreativo y hasta las más íntimas relaciones; las TIC’s facilitan y aproximan en virtual suplantación.
La etiqueta social también se ocupa de recomendaciones virtuales: no escribir todo en mayúsculas, porque parece que se está gritando; saludar al iniciar y despedirse al concluir, en un protocolo que deja a la expectativa inconclusa a los interlocutores; los emojis, gifs y stickers no se recomiendan para temas serios, etc., etc.
Acaso la pandemia llegó para quedarse, acaso la vacuna confiable –como dijo la OMS— nunca llegue a nuestra generación, acaso las pandemias de origen zoonótico sean más frecuentes y más agresivas; de ser cierto, la normalidad como la conocimos antes de la pandemia nunca volverá.
La irredenta e ignorada incertidumbre –acaso por su peso insoportable— arrecia su presencia, prácticamente a cada paso y en toda actividad.
Acaso podremos superar el espectáculo y la realidad virtual, pero en qué términos, bajo qué condiciones; acaso estamos asumiendo hábitos y la adherencia pertinente a las recomendaciones para el cuidado de la salud, con alimentación sana y medidas de higiene personales, de las que también depende nuestro núcleo social y comunitario.
Acaso haya llegado la nueva normalidad –-otro oxímoron— como un balance entre la realidad a secas y la realidad virtual, la realidad mediatizada, y con ella la especulativa filosofía de la meta realidad, donde se le da más cabida a la posverdad y la credibilidad, que a la realidad y a la verdad mismas.
Filosofar desde el occidente, diseñador y constructor de la realidad imperante, sin dialogar con las emergentes epistemologías del sur, nos hace recordar al inevitable referente Boaventura de Sousa Santos con su Descolonizar el saber, reinventar el poder (2010) donde señala que “la comprensión del mundo es mucho más amplia que la comprensión occidental del mundo y que la emancipación social debe ser repensada con la misma amplitud”.
Explorar epistemologías alternativas del mundo, más que una oportunidad, se presenta como una responsabilidad; al fin, no hay nada más que perder y sí hay mucho que ganar, deconstruir las mediaciones, para reconstruir con comunicación eficiente el bienestar común.
Cierro procurando un quiasmo: la mediación de la vida apela a la vida misma.
Eduardo Carrasco Gómez publica todos los jueves en este medio. Eduardo Carrasco Gómez es teólogo y comunicólogo, profesor invitado en la Escuela Nacional de Antropología e Historia.
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