Somos seres tecnológicos, casi siempre lo hemos sido. Pensar en la persona desde la perspectiva de la evolución nos permite concebirlo como un ser humano biológico que pudo erguirse y al mismo tiempo desarrollar estructuras que le permitieron emprender formas de organización para el trabajo y de comunicación muy complejas, capaz de generar conocimiento y acumularlo para su mejora.
Ente biológico y tecnológico que empezó a perfilar el mundo tal y como hoy lo conocemos, en diferentes momentos y entornos. Historia social de la tecnología que transformó la naturaleza en artefactos y procedimientos útiles, repercutiendo la manera de vivir de las sociedades y que al poco tiempo se fueron convirtiendo en productos de consumo que significaron formas de negocios que benefician a unos cuantos.
Modernidad que se enamora de la tecnología, como Narciso de su reflejo en el lago, sin saber que es él mismo. Amor que lo lleva a la perdición y al suicidio al tornarse imposible ser correspondido.
Para analizar el impacto de la tecnología debemos empezar por diferenciar las reales capacidades naturales del individuo de aquellas que ha podido potencializar debido a la tecnología. Como lo señala el filósofo Marshall McLuhan (1996) “habría que entender a los medios técnicos como extensiones del hombre”. Extremidades que son remplazadas por artilugios (como la pala que sustituye al brazo) pensando en mejorar las funciones que pudieran realizar tales partes del cuerpo de manera natural.
Así la relación que establece McLuhan entre sujeto y tecnología es clara y directa. Ser humano que se sabe poderoso pero que al mismo tiempo puede distinguir sus debilidades. Técnica que está hecha a imagen y semejanza de su creador y que como ella también falla y es finita.
Vale la pena entonces considerar a la tecnología como energía y como información que condensa el conocimiento acumulado a lo largo de la historia de la humanidad. Poderosos sistemas informativos que devienen en empresas multinacionales que también potencializan las virtudes y las fallas humanas. Grave problema cuando los datos hoy en día transitan con una tremenda aceleración por las redes sociodigitales. Fake news, infodemia y la mentira que circula veloz, eficiente y seductora a lo largo del planeta.
Noticias tecnológicamente impecables, nítidas y veloces. Eficacia que endulza la vista y el oído. El ser humano frente a su creación, pero que, como el espejo de agua de Narciso, lo que observa es pura ilusión, extensión de sí mismo. A final de cuenta, como lo señala McLuhan (1989, p. 78) “todos los medios son metáforas activas por su poder de traducir la experiencia en nuevas formas”.
En tal sentido cada medio (tecnológico y sistema informativo) suscita una acción distinta que habrá de traducirse en vivencias nuevas, maneras diferenciadas de vincularse con la realidad desde la experiencia de estar ya sea frente a un periódico, la televisión o el monitor de la computadora. Entornos en donde es más importante el modo en el que se vive que lo que se vive (o bien es más trascendente desde donde se mira, que cómo se mira o lo que se observa).
No obstante, el propio McLuhan advertía que (1962, p. 13) “el hombre, ese animal que construye instrumentos, ya sea el lenguaje, la escritura o la radio, se ha dedicado desde hace mucho tiempo a ampliar uno u otro de sus órganos sensoriales, pero lo ha hecho de tal modo que todos los restantes sentidos o facultades han sufrido extorsión”.
Metáfora de Narciso que acaso se convierte en narcisismo que Sigmund Freud (1914) analiza a partir de dos atributos fundamentales que son el delirio de grandeza y la falta de todo interés por el mundo exterior (personas y cosas). Tiempo contemporáneo, pletórico de una suerte de individualismo acompañado característico de las redes sociodigitales, seres ensimismados y prendados al poder de la tecnología, que es extensión de sí mismos.
Mundo en el que facultades como observar, escuchar, analizar y discutir parecen marginadas ante lo placentero que resulta tener la impresión de estar enterado al instante de lo que sucede en el mundo. Claridad que ciega ya que como señala Giorgio Agamben (2008) “el hombre contemporáneo es aquel que mantiene su mirada fija en su tiempo para percibir, no sus luces, sino sus sombras. Todos los tiempos son, para quien experimenta su contemporaneidad, oscuros. Contemporáneo es quien sabe ver esa sombra”.
REFERENCIAS
Agambem, Giorgio. 2008. ¿Qué es lo Contemporáneo? Desnudez, Buenos Aires
Freud, Sigmund. 1914. Introducción al Narcisismo. Ed. Elejandria
McLuhan, M. 1989. Comprender a los Media como Extensiones del Ser Humano. Paidós. España.
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