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HUMANOS QUE SOBRAN

Somos un centro de investigación y análisis de comunicación para la reflexión, discusión y generación de propuestas para el bienestar mediante la creación de conocimiento práctico que abone al diseño de mejores políticas públicas.


Por Iveth Serna


A los pobres se les ha quitado todo, incluso el derecho a la reproducción. “Ya les dije que ya duerman con ropa porque producen muchos chamacos y el riesgo es que los chamacos se queman cuando dejan las estufas adentro del jacal”, dijo en 2006 en un evento en el municipio de Acaxochitlán, el aún gobernador de Hidalgo, Omar Fayad.


Esta declaración no es más que el triunfo de un modelo poblacional que obedece a una lógica de mercado que necesita capitales que ofrezcan productos y servicios (útiles o inútiles) e individuos con capacidad de compra (real o imaginaria), una lógica que parece sencilla si no fuera porque en la ecuación no tienen cabida los pobres, los marginados, los que no pueden aportar al crecimiento del modelo capitalista, ni a las ambiciones geopolíticas de las grandes trasnacionales.


En 1798, mientras Inglaterra vivía el auge de los avances económicos y tecnológicos de lo que se conoce como la Primera Revolución Industrial, el economista y demógrafo Thomas Malthus publicó el Ensayo sobre el principio de población, en el que aseguró que la pobreza obedece a una ley natural que se produce cuando la capacidad de reproducción supera la capacidad de producción.

Con esta teoría el inglés intentaba dar respuesta a un grueso de la población que consciente de las condiciones de miseria del capitalismo, pensaban que la propiedad privada era la verdadera causa de la pobreza y de las malas condiciones de vida de la clase baja, por tanto, pedían una reforma política y social.


Malthus se apoyaba en dos principios básicos: el alimento es necesario para la existencia y la pasión entre los sexos es necesaria. El problema, entonces, está en los nacimientos, por tanto, es necesario encontrar formas de control natal restrictivas pero aparentemente virtuosas a los que la población se adhiera en cumplimiento de su deber como “buen ciudadano”.


La propuesta de Malthus fue superada porque sus proyecciones matemáticas no tienen eco en la realidad, lo que se conoce como la “trampa maltusiana”, sin embargo, la verdadera trampa es la filosofía sobre la que concibió su teoría y que ha servido de soporte para políticas económicas y demográficas bajo una lógica economicista revestida de seguridad social.

La meritocracia que ha encontrado su estado ideal de justificación en la idea del emprendedurismo, ya era abordado por Malthus al afirmar que las personas generamos nuestra fortuna contra la adversidad, por tanto, si no hay adversidad no tenemos ningún incentivo para esforzarnos o ser virtuosos, lo que nos llevaría al vicio, a las malas costumbres y al conflicto.


La pobreza, además, significa falta de educación, vicio y desinterés por el esfuerzo, en tanto, de acuerdo con Malthus, hay que desaparecer las políticas públicas orientadas a la disminución de la pobreza, porque, al ser una ley natural, jamás se podrá combatir, pero el Estado estará gastando recursos a expensas de la “clase trabajadora” que “mantienen” a los que “no quieren progresar” porque “el que es pobre es porque quiere”, “esa gente no debería tener hijos”, “no deberían tener hijos si nos los pueden mantener” ¿les suena familiar?

Por ejemplo, al revisar la política demográfica en México, el embarazo adolescente, el programa líder de control natal en la última década, es abordado desde el costo económico de este fenómeno y no desde el costo social, como se evidencia en el documento “Una aproximación metodológica para analizar el costo económico del embarazo en niñas y adolescentes. Una aplicación para México”.

Esto a pesar que de que instituciones como la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO), insiste en que las crisis alimentarias, que no es casual que sean más fuertes en los países y municipios más pobres, se debe a un problema de concentración de la riqueza, técnicas de sobre explotación de los recursos naturales de los grandes corporativos y la falta de distribución de alimentos en lugares donde la población no puede pagar por ellos, todo esto no tiene nada que ver con un problema de escasez alimentaria o de crecimiento de la población.

La política poblacional en México y el mundo, entendida como la respuesta del estado a las consecuencias indeseables del comportamiento demográfico, sigue sostenida en la ideología maltusiana que asegura que la sobrepoblación es la que acabará con el planeta, idea romantizada por las industrias culturales como Hollywood que nos introducen este ideal de política de población mediante personajes como Thanos que nos sentencia que “si la vida no se controla, la vida dejará de existir”. Pero mientras que a este villano lo único que le interesa es acabar con la mitad de la población, en la cinta The purge queda claro que la mitad que debe ser exterminada son las minorías pobres; negros, latinos, mujeres y, si se hubiera filmado en México, los indígenas de Acaxochitlán.

Pero esta ingeniería social neoliberal tiene ejemplos de grandes catástrofes demográficas. En China tienen un problema de producción intensiva por la falta de fuerza laboral, por lo que el aborto que era promovido durante la “política del hijo único”, hoy está restringido, lo mismo que el divorcio.

En México y Latinoamérica, estas políticas nos tienen con una tendencia de envejecimiento poblacional que nos ha llevado al borde de una crisis de los fondos de pensiones, seguridad social, servicios de salud y pérdida de fuerza laboral calificada, y aunque la tasa de natalidad todavía es alta para los estándares capitalistas, el problema es que los índices son del 2 a 1, es decir, por cada niño que nace en zonas urbanas, nacen dos en zonas rurales.


Y ahí están un montón de políticos y estadistas “voluntariosos y poseedores de la verdad” que están dispuestos a pagar los precios del acto heroico de disminuir la natalidad entre los marginados para cumplir con su misión divina de mantener el equilibrio... de mercado.

El único objetivo de toda política demográfica actual es asegurar lo que se conoce como tasa de reemplazo, que significa que el capital contará con la fuerza laboral necesaria y suficiente en cada generación, niños que además, puedan acceder a las condiciones básicas que garanticen su utilidad productiva-laboral en todos los niveles, desde obreros hasta científicos, y que puedan hacer “girar la economía”.


Así que que cada vez que un candidato o gobierno vaya a su comunidad y prometa acabar con la pobreza, bien valdría la pena cuestionar las formas.

 

Iveth Serna publica todos los sábados en este medio.

Periodista, maestranda en comunicación organizacional y diplomada en Marketing Digital.


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