He pasado la última semana negándome a escribir, que se tome como rebelión contra la presión de tratar de darles gusto, de elegir cada tema y cada palabra movida por la estrategia para provocar su like aunque estoy segura de que ni siquiera se quedan hasta el punto final. A cambio he dejado de lado el placer de escribir lo que para mí es importante, aunque para nadie más lo sea y ¿saben qué? me niego a seguir haciéndolo.
Lo mío no es un bloqueo del escritor que se resuelva con un tutorial de YouTube de alguien con muchos fans, pero que seguramente no ha escrito nada, la cosa es que uno se esfuerza por decir algo de forma distinta, evitando que suene a lugar común, por hacer que a alguien le importe, para luego descubrir que no le importa a nadie y deprimirme por mis números tan bajos de lecturas en el blog ¿A quién se le ocurrió poner ese tiránico contador de likes?
Ahora que lo pienso, no son ustedes lectores el problema, pueden dormir tranquilos. La culpa es de la batalla infinita contra el contador que me exige superar mis lecturas anteriores, cuando a mí lo que me gusta es preocuparme por escribir lo que se me dé la gana y sentir que el corazón me borbotea de satisfacción. Si, estoy enojada. La mediocridad es algo demasiado vulgar que me provoca ira. Escribir una pieza sólida pero tan bella que parezca simple es un arte que no puede subordinarse al mal gusto del anhelo de volverme influencer o viral, porque no lo soy.
No es bloqueo, es la frustración que causa, como dice Luciano Sáliche (2016:2021) “esa cadena de montaje monótona que actúa a partir de un engranaje repetitivo y cambia su rumbo a partir de la exposición diaria de las redes sociales. ¿Forma parte de la obra de un autor los desbocados posteos coyunturales de Facebook sobre la actualidad política del país? ¿Y los chistes diarios en Twitter? ¿Y las sensuales selfies en Instagram? ¿Y los espontáneos y oscuros videos de Snapchat? ".
Hay que pensar en el lector, nos repetían una y otra vez a los que nos formamos antes del tsunami digital, pero ahora hay que pensar en el like, en el reposteo, hay que ser complaciente con el seguidor y su poca capacidad de lectura y atención, pero ¿quién piensa en el escritor que pasa horas y horas frente una página en blanco tratando de darle forma a una idea que lleva días, meses o años sin dejarlo dormir, que lo confronta, que lo seduce, que lo desafía a poner luz sobre lo que la ideología dominante no quiere que sea revelado? Conviene aclarar que hablo del escritor comprometido, no de los otros, de los livianos, los que escriben a destajo, los que hacen de los lugares comunes y de la opinión mediatizada su materia prima. Insultar es fácil, hacerlo con belleza requiere estilo, talento.
Caigo en cuenta de que me estoy asumiendo como un buen escritor (así, en masculino) y en el fondo creo que lo que soy y también pedante ¿pero que buen escritor no lo es? La “humildad” también es vulgar ¿por qué rechazamos el halago y, aún más, el autohalago como si fuera peste o covid? “Está mal que yo lo diga…” con esta frase de disculpa antecedemos la mención del mérito propio. “Elogio en boca propia es vituperio”, escuché decir alguna vez a una colega periodista (así, en femenino) y puedo decirles que es lo peor que me han dicho en toda mi vida ¿a quién se le habrá ocurrido tamaña tontería que quizá resulte útil para algún político inútil, pero no para alguien que se esfuerza, que ama y disfruta lo que hace?
Perdonen que utilice este espacio que se supondría académico para liberar la incomodidad que me invade por tener que calificar mis textos como “buenos” o “malos” en función de sus likes, de sus vistas, del rendimiento, de la tasa de permanencia o abandono. La post-modernidad me tiene rebasada, deslikeada.
Me niego entonces a generar productos culturales porque, como dice Yuri Zambrano (2015), el like es el concepto Más-Turbatorio de las redes sociales. Así que el que quiera leer que lea, el que guste opinar, que opine, el que no aguante la lectura que la abandone, al que no le interese que pase de ella y el que sienta curiosidad que llegue al punto final. Aquí les dejo pues mi texto, hagan con él lo que quieran, pero por favor, no den like.
REFERENCIAS
Sáliche, L. (2016, 5 octubre). Literatura de likes. Polvo. http://www.polvo.com.ar/2016/10/literatura-de-likes/
Zambrano, Y. (2015). Favor no dar like. El concepto Más-Turbatorio de las redes sociales. EEUU, NBI Editores.
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