Para Marc Bloch (1982, p.16), “la historia es una ciencia que se halla en la infancia, como todas las que tienen por objeto el espíritu humano y esté recién llegado al campo del conocimiento racional. O, por mejor decir, vieja bajo la forma embrionaria del relato, mucho tiempo envuelta en ficciones, mucho más tiempo todavía unida a los sucesos más inmediatamente captables, pero es muy joven como empresa razonada de análisis”. Si somos muy ortodoxos, esta cita rebasa los 40 caracteres por lo que se podría reducir.
Es decir, en no pocas ocasiones, la historia parece tener más que ver con el relato de ficción que con una ciencia, con las formalidades que esto implica. Resulta común que quienes escriben sobre acontecimientos históricos, se asuman inmediatamente como historiadores. Ejemplos hay muchos, como Francisco Martín Moreno y Antonio Velasco Piña que piensan que escribir sobre asuntos del pasado, los convierte en automático en historiadores formales. Pero, en términos históricos, no es poca cosa banalizar la vida de los héroes nacionales develando sus historias amorosas, ni romantizar sucesos como los ocurridos en Tlatelolco en octubre de 1968, para después presumir formar parte del campo de los historiadores.
Es ahí, en donde encontramos el primero de los errores de percepción: situar a la historia solo en los acontecimientos del pasado. Como comenta Bloch (1982, p.22) “es absurda la idea de que el pasado, considerado como tal, pueda ser objeto de la ciencia. Porque ¿cómo puede ser objeto de un conocimiento racional, sin una delimitación previa, una serie de fenómenos que no tienen otro carácter común que el no ser nuestros contemporáneos?”
Los hechos del pasado, como tales, no estarían constituyendo un objeto de estudio en automático. Analizar asuntos históricos, implica una relación automática que conecta pasado y presente. La historia se convierte en un objeto por así decirlo resbaloso, que cada quien toma como puede y desde donde puede.
Todo esto viene a propósito de la intención manifiesta del gobierno de la CDMX, por emprender la construcción de la, por así decirlo, Nueva Tenochtitlan, que constituye una original etapa constructiva del enigmático Templo Mayor, recinto sagrado de los mexicas, que está en marcha, en la plancha del Zócalo capitalino.
Y es que, tal parece que existe un empeño dentro de la llamada 4T, por reescribir la historia nacional, para rescatar lo que, de acuerdo al diario El País, la jefa de gobierno capitalina, Claudia Sheimbaum llamó (2021), “México-Tenochtitlan, nuestra casa, lugar de encuentros, de libertades y de derechos”, frase políticamente adecuada pero que, como señalábamos, cae en la romantización de los hechos del pasado.
Mirar al imperio Azteca solamente como víctimas, es enfocar la perspectiva histórica sin una delimitación correcta y desde un contexto poco científico. No hay que olvidar que, cuando se combinan historia y política, pocas veces obedece a razones centradas en la construcción del conocimiento y si, en cambio, a la utilización de los hechos del pasado como herramienta propagandística de los gobiernos en turno. Por ejemplo, en pocos días, la estación del metro Zócalo será rebautizada para nombrarse Zócalo Tenochtitlan. Al mismo tiempo, la calle Puente de Alvarado cambiará de nombre a México-Tenochtitlan. El argumento para el cambio de denominación es que, según el periódico Reporte Índigo, Claudia Sheimbaum señaló (2021) que “Pedro de Alvarado traicionó a los mexicas después de permitirles la celebración de una fiesta”. No obstante, la gobernante no dio mayores detalles de la celebración que condujo a la llamada matanza de Templo Mayor.
De igual manera, la Plaza de la Noche Triste, que resguarda el mítico tronco del árbol donde se asegura que los españoles desconsolados lamentaron la batalla perdida ante el ejército tenochca, enfurecido después de la matanza de Templo Mayor, cambió de denominación. Hoy la plaza lleva el nombre de Plaza de la Noche Victoriosa, en un empeño por cambiar el punto de vista de los hechos históricos.
Hasta aquí, todo parecería nada más, una serie de pálidos intentos para, mediante la corrección política resignificar no solo personajes, hechos, lugares, y fechas, sino la historia nacional. Cambiar la connotación negativa al árbol de la Noche Triste, podría no ser del todo malo. No obstante, la intención nos recuerda lo sucedido en Madrid, cuando se intentó borrar, sin conseguirlo, toda huella del franquismo al cambiar el nombre de algunas calles (con nombres de personajes relacionados a Francisco Franco) de la capital española. Habría que entender que, la nomenclatura de las calles, el nombre de los lugares públicos, las fechas de celebración, son entornos que pueden remitir significados diversos a las personas. Intentar borrar tales denominaciones, al parecer busca reconstruir una memoria histórica llena de personas, mitos, acontecimientos; algunos gloriosos y otros trágicos, incómodos incluso, pero que hay que mantener en la memoria, como una huella de lo que pasó.
La historia de los pueblos, en tal sentido, parece un texto en una hoja de papel, en donde algo se ha escrito, pero se ha borrado para volverlo a escribir, una y otra vez. Descubrir las huellas de todo lo escrito y lo borrado entonces, es tarea de historiadores, arqueólogos, antropólogos, restauradores y demás ciencias afines.
Honrar el pasado prehispánico, resulta entonces valioso, solo si se reconocen con respeto, los mestizajes que de ahí derivaron y que hoy dan forma a la nación mexicana. De igual manera valorar al indígena muerto, sin hacer lo mismo con el vivo, hace que toda esta reinterpretación histórica carezca de sentido y todo se quede en una serie de hermosas maquetas gigantes con espectáculo de luz y sonido que darían forma a esta Nueva Tenochtitlan de oropel.
REFERENCIAS
Bloch, Marc. (1982). Introducción a la historia. Fondo de Cultura Económica. Buenos Aires
Espíndola, José Pablo & Corona Cristina. (2021). Reescribir la historia como herramienta política en la 4T. Rescatado el 08/08/2021, del Periódico Reporte Índigo Sitio web: https://www.reporteindigo.com/reporte/reescribir-la-historia-como-herramienta-politica-en-la-4t/
Osorio, Camila. (2021). La provocación histórica de López Obrador sobre la fundación de Tenochtitlan. Recuperada el 08/08/2021, del Periódico El País. Sitio web: https://elpais.com/mexico/2021-05-13/la-provocacion-historica-de-lopez-obrador-sobre-la-fundacion-de-tenochtitlan.html
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