La escena es en sí misma graciosa, si no fuera trágica al mismo tiempo. Incluida en la película Deconstructing Harry (1997), en pantalla, Robin Williams interpreta a Mel, un actor, que al mismo tiempo representa el alter ego de Harry, esto es Woody Allen, siendo Woody Allen. Mel, se desenfoca en medio de una filmación y así lo registra el monitor. La producción, después de revisar objetivos y filtros, solo puede llegar a una curiosa conclusión; Mel se ha desenfocado de la vida.
Al llegar a su casa, Mel es cuestionado por su familia, intrigada por tan insólita visión. El médico lo revisa en su consultorio y lo declara sano y fuerte como un roble. De su gabinete entonces, toma un puñado de gafas y entrega una a cada integrante de la familia. La vista se aclara, Mel se esclarece, aunque todo lo demás se distorsione y se vuelva complejo, pero que importa, si él también puede distinguirse con claridad en el espejo.
En la escena final, Harry, literato en crisis existencial se planta frente a los suyos, los reales y los inventados, sus múltiples yos de cada novela y entonces entiende que todo mundo conoce la misma verdad, nuestra vida depende de cómo elegimos distorsionarla y al final el viejo cliché a lo Chinansky, descubre que el escribir, en más de un aspecto le había salvado la vida.
Y en medio, está la realidad como un simulacro que contiene a los más de un yo que la habitan. Algunos yos, que en realidad, son otros. Y es que la paradoja está en que la mentira, solo opera como tal en el otro, como señala Jaques Derrida, “mentir es dirigir a otro (pues solo se miente al otro, uno no se puede mentir a sí mismo, salvo a sí mismo como otro) un enunciado o más de un enunciado, una serie de enunciados (constatativos o realizativos) que el mentiroso sabe, en conciencia explícita, temática, actual que constituye aserciones total o parcialmente falsas”. (1997, p. 4).
Frases que se pueden constatar, pero que no se hace, pues se confía en el otro. Cierra la puerta dice alguien y la cerramos pues al hacerlo, confiamos en que en efecto, dicha puerta se encuentra abierta. Constatativo que es al mismos tiempo realizativo, opuestos que se sustentan en la buena fe y que no considera relevante asegurarse de la verdad de lo que dice nuestro interlocutor. La escena de Mel, se convierte entonces en parábola que da en el blanco pues insinúa que la única manera de vivir en el sistema, es a partir de la esquizofrenia colectiva.
Al respecto Deleuze y Guattari (1982, p.40) refieren que “el capitalismo, en su proceso de producción, produce una formidable carga esquizofrénica sobre la que hace caer todo el peso de su represión, pero que no cesa de reproducirse como límite del proceso”. Ser esquizo entonces se convierte en norma que media la relación entre lo que se produce (en el sentido material y simbólico) y lo que se desea y que en más de una ocasión y forma, se desparrama.
No obstante, en medio de estos territorios fangosos por donde transita la mentira, hay espacio para la estabilidad, pero esta se restructura constantemente ya que como señala Derrida (1997, p.7), “dentro de una sola cultura, ahí donde reinaría unánimemente un concepto estable de la mentira, puede cambiar la experiencia social, la interpretación y la puesta en práctica del mentir. Puede dar lugar a otra historicidad, a una historicidad interna de la mentira.”.
Hoy la mentira opera en varios escenarios, como los digitales, territorio fértil en donde el anonimato, el concepto de lo fake, la infodemia, la figura de los influencers, etc. aportan nuevos elementos a la antes citada historicidad.
En su desconstrucción, Harry recurre a la literatura, es decir, reconoce los alcances del lenguaje como herramienta para acercarse, no a la verdad, sino a la realidad, a partir de Mel. Y es que como el mismo reconoce, la distorsión en su manera de relacionarse con la realidad es una opción que cada quien elige y administra a su manera y con sus recursos. Pero entonces, lo irónico es que distorsión no siempre es autoengaño (o por lo menos es difícil reconocerse como tal), sobre todo a partir del lenguaje que es selectivo y deja fuera o modifica múltiples aspectos del relato. No obstante, tales deformaciones siempre suelen decir algo, comunican, ya que necesariamente forman parte del texto y de ellas quedan huellas, que a veces es más importante descubrir (o deconstruir) que lo que se muestra.
En tal sentido, la relevancia de la mentira, no solo se instala en lo discursivo, sino en lo intencional como señala Derrida (1997). Intención que es deseo que cobra sentido, solo en el entorno de seres humanos borrosos, esquizofrénicos habitando una realidad fake, en donde, como diría el doctor House “todos mienten”.
REFERENCIAS
Allen, W. (Director). (1997). Deconstructing Harry (película). Hollywood Pictures
Deleuze, Gilles y Guattari, Félix. (1985). El Anti Edipo. Capitalismo y esquizofrenia. Barcelona. Paidós.
Derrida, Jaques. (1997). Historia de la mentira. Prolegómenos. Buenos Aires. Universidad de Buenos Aires.
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