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Por Iveth Serna
¿Qué gloria habría tenido Goliat de haber derrotado a David? El honor del hombre se mide por la grandeza de sus adversarios, Borges lo confirmó cuando dijo que hay que saber elegir al enemigo porque uno termina pareciéndose a ellos.
Es recomendable que los miembros de la clase política mexicana acudan a la lectura de Borges o de la Biblia, porque entre ellos hay una tendencia casi dogmática a minimizar al adversario, a ridiculizarlo pesando que así incrementan su propio valor, pero en esta acción no hay más que una proyección de la propia debilidad e incapacidad.
El líder que, en el menosprecio del adversario intenta convencerse de que será sencillo vencerlo, se reduce a sí mismo al seguidor más bajo y opaco, creando confusión entre sus cuadros a medida que crece el autoengaño.
De lo que no se dan cuenta es que en realidad ese “débil” adversario lo está dominando al hacerlo caer en su juego lingüístico, en la provocación incendiaria de las tendencias de redes sociales y la baja calidad argumentativa de los líderes opinión por encargo, ese al que consideran inferior lo lleva a su territorio y lo vence como al león o al oso.
¿Cómo es que puede dominarlos? ¿Cómo ha vencido y se ha mostrado superior ante aquel cuya capacidad estratégica, intelectual y académica a la vista parece superior? Si se exige que el adversario muestre nivel es lo mínimo que se debe ofertar.
Sin embargo, la pobreza argumentativa, las limitaciones lingüísticas y la poca habilidad política se evidencia entre los Davids y los Goliats, entonces son todos ellos lo mismo y la idea de superioridad es una fantasía, porque si Goliat es el símbolo de la barbarie, la estupidez y la cobardía ¿Cuál es la gloria de David?
Las figuras públicas deben aspirar a la construcción de adversarios de nivel, con quien su carácter e inteligencia hagan que la lucha valga la pena, aquellos con cuya derrota incremente su honor como al Caballero de los Espejos que venciendo al Quijote se adjudicó toda su fama, su honra y su gloria. Adversarios contra los que aún la derrota valga la pena porque la batalla exigió carácter e inteligencia.
Si Borges tiene razón y todos terminamos pareciéndonos a nuestros enemigos, ya podemos medir la altura de la grandeza de la clase política mexicana.
Iveth Serna publica todos los sábados en este medio.
Periodista, maestranda en comunicación organizacional y diplomada en Marketing Digital.
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