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Por: José Luis Flores Torres
Dos años de Andrés Manuel López Obrador en el poder en México y el país; en el apogeo de una crisis sanitaria global de vastas proporciones. Así, en diciembre de 2018, amplios sectores del país veían llegar al poder a quien prometía una transformación profunda en la vida pública de la nación, centrando su interés en mejorar las condiciones de vida de los sectores más vulnerables del país. Por ello, López Obrador utilizó la denominación “cuarta transformación”, para conceptualizar tales esfuerzos transformadores que habrían de llevar al país a cambios tan profundos que habrían de ser comparados a los generados a raíz de los movimientos de independencia, la guerra de Reforma y la revolución mexicana.
Por tal, vale la pena tomarnos el tiempo de analizar uno de los rubros fundamentales de tal transformación, la cual está referida a mejorar la conectividad y uso de las redes digitales a lo largo del país. Tales esfuerzos tuvieron como antecedente, en el sexenio de Enrique Peña Nieto, la llamada Estrategia Digital Nacional, la cual se proponía lograr lo que denominaron un México digital. En tal sentido, para tratar de resolver el problema de la inclusión digital se creo el programa “México Conectado”, el cual buscaba que el artículo 6º constitucional se convirtiera en una realidad (garantizando el derecho de acceso al servicio de Internet de banda ancha).
Más allá de lo encomiable que pudieran resultar los esfuerzos de la Estrategia Digital Nacional y el programa México Conectado, tal parece que durante el sexenio pasado solamente se privilegió aumentar la cantidad de usuarios y viviendas conectadas, sin profundizar en la construcción de una ciudadanía digital educada y participativa. Es decir, los esfuerzos se centraron en generar las condiciones para que existieran más internautas, sin reparar en que disminuir la brecha digital también implica un esfuerzo de educación para mejorar los usos que se le da a la red.
El conflicto entonces para la actual administración tendría que ser el que termine de germinar la idea de considerar a las nuevas tecnologías como un factor efectivo de desarrollo que encaje en la lógica no solo de la sociedad de la información, sino en la de la sociedad del conocimiento. Saber no es conocer, por ello lo ideal es que la supercarretera de la información se convierta en una herramienta que a su vez ayude a que se constituyan verdaderas sociedades de conocimiento las cuales son definidas por Gabriel Pérez Salazar como una forma de relación social, económica y política, que se basa de manera importante en la generación de conocimiento a partir del uso de las tecnologías de la información y la comunicación.
Así, de manera concreta en su Plan Nacional de Desarrollo (PND), la actual administración establece de manera puntual los tres ejes generales que, desde su perspectiva, permitirán agrupar las problemáticas específicas que habrán de ser combatidas durante el sexenio. Tales ejes son, a saber: justicia y estado de derecho, bienestar y desarrollo económico. Respecto al tema de Internet, el objetivo 3.7 del PND, señala que se buscará facilitar a la población, el acceso y desarrollo transparente y sostenible a las redes de radiodifusión y telecomunicaciones, con énfasis en internet y banda ancha, e impulsar el desarrollo integral de la economía digital.
En tal sentido, el plan parece poner énfasis en dos aspectos clave. Por una parte, se insiste en el tema del acceso de la población a Internet. Y es que si atendemos a las estadísticas publicadas por INEGI el número de usuarios de Internet pasó de poco más de 60 millones de personas en 2015, a más de 80 millones en 2019. Ante esto, si bien es cierto que el incremento en el número de usuarios de Internet es real, lo contradictorio del tema es que la concentración de usuarios de Internet se esté produciendo en contextos urbanos, ya que solo el 47.7 por ciento de los usuarios de la red se ubica en entornos rurales.
Tal tendencia parece mostrarnos que la estrategia ha sido que, tanto en los municipios como en las entidades del país, se genere un aumento en la cantidad de usuarios y viviendas conectadas, sin una lógica clara ya que es evidente que en los lugares con menos acceso a internet (como en los entornos rurales) no se ha logrado cerrar la brecha digital respecto a las zonas con más y mejor acceso a la red.
El segundo de los aspectos de la estrategia gubernamental en materia de Internet parece ser que, por lo menos en el papel, ya existe la intención de buscar convertir el desarrollo científico, tecnológico, la innovación y el acceso a las nuevas tecnologías en factores puntuales de desarrollo en donde por fin se involucre al país en lo que significa la sociedad del conocimiento y que a partir de tal contexto se pueda hacer descollar el progreso económico y social de manera sostenible.
Centrar una estrategia nacional de Internet (como durante el sexenio de Enrique Peña Nieto), privilegiando solo el incentivar su uso, resultó a todas luces un grave error, cuyas consecuencias parece que seguimos pagando cuando, debido a la pandemia amplios sectores de la población se vieron obligados a hacer trabajo desde casa, tomar clases a distancia, recurrir al comercio electrónico, todo ello de manera espontánea, abrupta, aprendiendo sobre la marcha, improvisando, sin una estrategia clara y con reglas poco transparentes sobre las implicaciones legales, laborales y éticas de convertir los hogares, en espacio laboral.
De igual manera, resultan de sumo interés dos de las estrategias propuestas en el PND para conseguir el objetivo de facilitar a la población, el acceso y desarrollo transparente y sostenible a las redes de radiodifusión y telecomunicaciones, con énfasis en internet y banda ancha, e impulsar el desarrollo integral de la economía digital. Tales estrategias son: Desarrollar habilidades y modelos para la transformación digital, adecuándolas a las necesidades por sexo, edad y en los diferentes territorios y promover la economía digital accesible para toda la población, atendiendo la brecha de acceso a las tecnologías de la información y comunicación en comunidades marginadas y con presencia de población indígena y afromexicana.
Así, la educación para Internet, la generación de competencias digitales, la ergonomía ( es decir el conjunto de conocimientos científicos aplicados para que el trabajo, los sistemas, productos y ambientes se adapten a las capacidades y limitaciones físicas y mentales de la personas), el pasar del comercio electrónico a la economía digital, incentivar la accesibilidad, además de ser conscientes de derechos y obligaciones en el uso de las herramientas digitales se convierten en requisitos fundamentales que deben acompañar el incremento de la conectividad en el país, para poder justamente pasar de un México conectado a un México inteligente, en donde el acceso a las tecnologías signifique el amplio uso y la participación dinámica y creativa de la población en los entornos digitales.
Así, tal parece que la experiencia que dejó la estrategia digital propuesta durante el sexenio de Enrique Peña Nieto es que la realidad rebasa las aparentemente buenas intenciones del gobierno mexicano en materia de Internet. Por ello el mensaje para la actual administración es claro: generar un México digital, además de que ya no es suficiente, tendría que hacerse a partir de la búsqueda de la inclusión de los sectores tradicionalmente marginados a la dinámica social y productiva del país.
Y es que tal y como lo señala Jesús Elizondo Cáceres; respecto a Internet el gobierno se entera poco y solo empieza a balbucear sus primeros pasos en la construcción social de la web. Es decir, web y gobierno mexicano son dos configuraciones distantes y diferentes casi incomunicadas por completo. Empezar la construcción social de la web en México representa entonces también el reto de pasar de las benditas redes sociales, a la constitución de comunidades digitales de conocimiento, participativas, creativas y encaminadas al logro del bienestar de la población.
José Luis Flores publica todos los martes en este medio.
Licenciado en Ciencias de la Comunicación por la Universidad Autónoma Metropolitana (UAM) Xochimilco, Maestro en Comunicación por la Universidad Iberoamericana y Doctorante en Investigación de la Comunicación por la Universidad Anáhuac México. Académico en la Facultad de Comunicación en la Universidad Anáhuac México.
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