Somos un centro de investigación y análisis de comunicación para la reflexión, discusión y generación de propuestas para el bienestar mediante la creación de conocimiento práctico que abone al diseño de mejores políticas públicas.
"Ojalá tuviéramos el coraje de estar solos y la valentía de arriesgarnos a estar juntos"
Eduardo Galeano
José Luis Flores Torres
Bien entrada la década de los sesenta Latinoamérica atravesaba por un momento álgido que colocaba a la región cada vez más lejos de los parámetros de desarrollo y lo acercaban, en cambio, a las bien llamadas décadas perdidas de los años 70 y 80. Y en México, la apuesta por el desarrollo estabilizador que tan buen resultado le había dado durante más de dos décadas empezaba a mostrar signos de agotamiento.
Con respecto al campo académico de la comunicación en México, ya desde la década de los 50, instituciones pioneras como la escuela de Periodismo Carlos Septién García, la UNAM y la Universidad Iberoamericana hacían esfuerzos no solo para empezar a formar profesionales de los medios, sino para dar vida al campo académico de la comunicación en donde se diera cabida al periodismo, al estudio de los medios de comunicación y al análisis del fenómeno comunicativo en su más amplio sentido.
Al mismo tiempo, en 1960, en Quito, Ecuador, empezaba sus operaciones el Centro Internacional de Estudios Superiores de Comunicaciones para América Latina (CIESPAL), que bajo el lema: “porque la comunicación es un derecho”, comenzaba a marcar las directrices de la primera generación de estudiosos que empezaban a abordar el fenómeno comunicativo, desde lo que se empezó a llamar Escuela Latinoamericana de Comunicación (ELAC).
Tal perspectiva latinoamericanista empezaba a tomar en serio las advertencias de teóricos como Raúl Prebisch, Teothonio Dos Santos Celso Furtado y Enzo Faletto que desde la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (CEPAL) advertían que el subdesarrollo en la región latinoamericana no era un proceso económico normal, sino consecuencia del desarrollo de los países desarrollados, y es una condición en sí misma, no un proceso hacia el desarrollo. Dicho de otra manera, desde la perspectiva de la teoría de la dependencia, se criticaba de manera directa el agotamiento del modelo económico implementado en la región.
En tal escenario, una de las preguntas fundacionales de los estudiosos de la ELAC era: ¿de qué manera la comunicación podría convertirse en un factor que fomentara el desarrollo?
Hoy en día, a poco más de medio siglo de distancia, el concepto desarrollo, parece rebasado para entender la compleja dinámica en la que el Estado en conjunto moviliza sus esfuerzos para satisfacer las necesidades del país y de sus habitantes.
No obstante, la pregunta surgida desde la ELAC, ahora parece más vigente que nunca, pues ante el contexto de la crisis ocasionada por el Covid 19 resulta pertinente cuestionar si los esfuerzos de comunicación generados desde los diferentes frentes sociales han impactado para salvaguardar la salud de la gente y mejorar sus condiciones de vida.
De igual manera se tendría que cuestionar si la calidad y cantidad de mensajes generados desde los medios de comunicación tradicionales y digitales le han resultado útiles y valiosos a la ciudadanía o si bien, como lo señala la Organización Mundial de la Salud, a la epidemia generada por el Covid 19 habría que sumarle la existencia de una sobreabundancia de información falsa que se distribuye de manera veloz entre las personas y los medios.
Ante esto, para responder a la pregunta fundacional generada desde la ELAC, por principio de cuentas habría que señalar que uno de los rubros más criticados desde instancias como CEPAL, es que los estándares para medir el desarrollo, en términos generales, se centraban en la consideración de variables económicas y materiales dejando fuera temas como la democracia, la perspectiva de género, el medio ambiente y el desarrollo tecnológico. De igual manera variables poco medibles desde la perspectiva utilitarista del desarrollo como la felicidad, el respeto, la satisfacción (consigo mismo y con el ambiente), la autorrealización y el modo de vida, a pesar de su importancia, no han merecido la atención debida.
En tal sentido el bienestar tendría que ser entendido como un concepto complejo, amplio y que conjunta necesidades sociales e intereses personales que apuntan de manera fundamental a la consecución de un modo de vida satisfactorio tanto en el plano material como en el simbólico y que tienen a la comunicación como el eje rector de todos los esfuerzos para conseguirlo.
Estos esfuerzos de comunicación, huelga decirlo, deberían involucrar no solo a las élites políticas y económicas. Por el contrario, la comunicación en el contexto del bienestar se tendría que entender como profundamente democrática, intercultural, participativa y capaz de propiciar los estímulos coordinados que apunten a la constitución de un entorno favorable al logro de los cambios necesarios para la constitución de un entorno mejor.
Colocar a la comunicación en tal escenario, representa empezar a concebir los procesos comunicativos más allá de la búsqueda del diálogo y la retroalimentación. En tal sentido, lo que se estaría buscando es la generación de acciones que den paso, en primera instancia, a la construcción de un entorno propicio para el establecimiento de las condiciones y los consensos necesarios que den cabida a las labores encaminadas a la mejora del entorno común.
Es decir, entender así la construcción del bienestar implicaría, como primera tarea, la edificación de un entorno propicio al cambio, pero a partir de la comunicación y sobre todo del lenguaje, que como atalaya permita al mismo tiempo conocer al mundo para así poder construir otro más incluyente, democrático y libre.
El maestro José Luis Flores publica todos los martes en este medio.
Licenciado en Ciencias de la Comunicación por la Universidad Autónoma Metropolitana (UAM) Xochimilco, Maestro en Comunicación por la Universidad Iberoamericana y Doctorante en Investigación de la Comunicación por la Universidad Anáhuac México. Académico en la Facultad de Comunicación en la Universidad Anáhuac México.
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