Somos un centro de investigación y análisis de comunicación para la reflexión, discusión y generación de propuestas para el bienestar mediante la creación de conocimiento práctico que abone al diseño de mejores políticas públicas.
Por José Luis Flores Torres
¿Cómo es que Michel Foucault entiende al poder? En su texto, La Microfísica del Poder el pensador francés analiza este fenómeno desde una perspectiva que se aleja del análisis marxista que lo ubica exageradamente ligado a un concepto de aparato de represión pura y con el objetivo concreto de asegurar que se preserven las condiciones de producción. Por el contrario, según Foucault, el poder opera sus fortalezas debido a que produce efectos positivos a nivel del deseo.
Es decir, el ejercicio del poder la mayoría de las veces circula no solo en el ámbito de la política (poder de estado), sino en las relaciones de la vida cotidiana, a partir de sutilezas, gestos, palabras, caballerosidad, protocolos y demás actos normalizados y legitimados. El poder pocas veces opera a un nivel tan obvio y expuesto. Los villanos, los malos, son asuntos de telenovela. El ejercicio del poder, implica no pocas veces relaciones insanas que se viven como gustosa seducción, que se nutre de las pasiones y de las debilidades humanas.
El ejercicio del poder, entonces también va acompañado de actos de comunicación, que en realidad no lo son. El acto comunicativo, no es en sí mismo natural, es una construcción compleja en la que debe existir un entorno, una disposición, condiciones para emprender el contacto. Alguien dispuesto a decir y alguien dispuesto a prestar atención al mensaje.
Así, nada en el acto comunicativo es natural. Siempre hay un desde dónde, un cómo, un para qué. Es decir, más allá de la existencia de un contexto y de una intención que permea la interacción, existe una fuerza más poderosa que media la relación entre los interlocutores. Para Foucault, el poder no es tan solo una sustancia, un objeto, ni siquiera una persona. Para el francés, el poder es “algo complejo” que circula en todas direcciones, algo vivo que fluye a partir de formas de relación.
Poder que necesita mecanismos para operar y que muchos de estos toman forma de actos comunicativos (que no procesos de comunicación), que hacen que los mecanismos del poder circulen, no como “algo” que pueda adquirirse, sino como situaciones en donde las interacciones se establecen entre personas que adquieren roles asimétricos.
Para que el acto comunicativo sea viable y el proceso sea efectivo, la forma como nos situemos frente al otro resultará fundamental. Una mirada vertical, implica formas de comunicación construidas desde roles de autoridad trazados y reconocidos. Hay una imagen que se construye del otro y que muchas veces indica el rol que se debe jugar en tal interacción. Y, en tal sentido, como diría Jean Paul Sartre, una imagen es un acto, y no una cosa. Dialéctica en la que la imagen aparece investida de un sentido ideológico/político portador de formas de autoridad que circulan y que cobran forma en los más pequeños actos de la vida cotidiana (los micropoderes). Imagen en el que ser hombre o mujer cobran significados, igualmente ideológicos y políticos.
Y esa mirada o imagen que se tiene del otro, compite con una mismidad que, como establece Sigmund Freud, en condiciones normales nos parece algo seguro y establecido ya que se nos presenta como algo independiente unitario, bien demarcado frente a todo lo demás. Es mismidad que opera como identidad y que nos confronta con la imagen que tenemos del otro (otredad).
Procesos de comunicación que en realidad son momentos en los que la dialéctica mismidad/otredad se manifiestan. Tal dialéctica aparece mediada la mayoría de las veces por relaciones de poder, si, como se mencionaba anteriormente, el poder se entiende como una suerte de relaciones asimétricas que circulan en la sociedad. Tales mecanismos, que son en realidad relaciones de poder, señala Foucault, no pueden disociarse, ni establecerse, ni funcionar sin una producción, una acumulación, una circulación, un funcionamiento del discurso.
Y, para que el discurso opere, este debe ser legitimado, reconocido, poder que circula en la vida cotidiana en pequeños actos a manera de micropoderes. Pero, en toda relación de poder, existe también la resistencia, si no estaríamos hablando en términos de dominación. Así una forma de resistencia frente al poder lo estaría constituyendo la posibilidad de generar formas de comunicación que rompan la estructura asimétrica que legitima las relaciones de poder.
Entonces, la comunicación, en un entorno ideal, tendría que pasar de tal estructura asimétrica para convertirse en un acto en donde lo que prevalezcan sean relaciones de reconocimiento mutuo, en donde predomine la verdad de lo que se dice, la bondad en nuestra relación con el otro y la utilidad que le podemos dar a lo que se construye a partir de tal diálogo. Diálogo que, en un verdadero proceso comunicativo, tendría que ser entre pares.
Pero, como se explicaba al principio, nada en el acto comunicativo es natural y para que se genere ese diálogo de pares, se hace necesario crear la situación de comunicación con tales características. Disposición que implicaría la resistencia y la posibilidad de cuestionar roles que operan como pedestales, reales o simbólicos. Procesos verdaderamente comunicativos en el que se haga viable el diálogo mismidad y otredad. Discurso no solo centrado en la persona (y en lo que significa), en el deseo, en la seducción o en el engaño, sino en el contenido y en lo que se puede construir a partir del diálogo.
Es la comunicación como posibilidad, la resistencia como mecanismo y el diálogo entre pares como herramienta que haría viable la construcción del bienestar, pero a partir de la relación simétrica de reconocimiento mutuo, alteridad que es descubrimiento y posibilidad libre de prejuicios y expectativas.
José Luis Flores publica todos los martes en este medio.
Licenciado en Ciencias de la Comunicación por la Universidad Autónoma Metropolitana (UAM) Xochimilco, Maestro en Comunicación por la Universidad Iberoamericana y Doctorante en Investigación de la Comunicación por la Universidad Anáhuac México. Académico en la Facultad de Comunicación en la Universidad Anáhuac México.
Comments