Por José Luis Flores Torres
La vida, se ha dicho, es el arte de sacar
conclusiones suficientes a partir de evidencias insuficientes
Gregory Bateson
Pensar en Internet, bien parecería que tendría que remitirnos a espacios en donde se establecen de manera natural, contactos, encuentros, modos de relación, formas de capital social, modelos de comunicación en suma. Así, el confinamiento generado a partir de la pandemia por Covid 19 ha obligado a millones de personas en el mundo a llevar a cabo sus actividades laborales, escolares, familiares e incluso amistosas, teniendo como principal herramienta las diferentes plataformas que proporcionan los entornos digitales.
Tal circunstancia tendría que poner en el centro de la discusión, si en verdad se estarían generando procesos de comunicación en la red y de ser así comprender qué características tendrían tales formas de comunicación.
Ya en los años sesenta, teóricos de la universidad de Palo Alto, California, empezaron a profundizar en la comunicación humana y en las implicaciones que conlleva su construcción. Dar por hecho, sin un análisis previo, que existen procesos de comunicación humana en las plataformas digitales, resulta a todas luces aventurado, o por lo menos se estaría entendiendo el concepto comunicación de manera superficial.
El concepto y la teoría de la comunicación humana tiene como antecedentes próximos su oposición a la teoría matemática de la comunicación o teoría de la información, propuesta por Claude Shannon y Warren Weaver desde la matemática y la ingeniería. Tal modelo, entiende la comunicación como la transmisión de mensajes, de manera telegráfica teniendo como finalidad utilizar de la manera más eficiente las telecomunicaciones para hacer que los mensajes lleguen a su destino con la menor cantidad de ruido o entropías posibles.
Esta forma de entender la comunicación, parece coincidir con la perspectiva de Manuel Castells, quien desde el contexto del mundo digital o de la sociedad red, establece que (2006, p.88) la comunicación es una actividad interactiva y caracterizada por la capacidad para enviar mensajes de muchos a muchos, en tiempo real, o en un momento concreto, y con la posibilidad de usar la comunicación punto-a-punto.
Desde tal perspectiva, tal parece que la comunicación en los entornos digitales estaría centrada en la eficiencia de un sistema tecnológico que habrá de permitir (no asegurar) la interactividad y la posibilidad de hacer llegar, con una máxima eficiencia, mensajes a una audiencia situada en cualquier parte del mundo (en donde exista acceso a la red) y en tiempo real.
Por su parte, los teóricos de la escuela de Palo Alto, desde diferentes frentes (la antropología, la sociología, la psiquiatría) analizan el acto comunicativo como un fenómeno complejo, inserto en un sistema de reciprocidades, en donde el todo y las partes se relacionan mediante el intercambio (entrada y salida) de información. Además incorporan el concepto de retroalimentación o retroacción, propuesto por Norbert Wiener desde la cibernética.
Así, desde el enfoque de la comunicación humana, la investigación y reflexión sobre la comunicación sólo pueden generarse a partir de la formulación de la siguiente pregunta: ¿Cuáles son, entre los millares de comportamientos corporalmente posibles, los que retiene la cultura para constituir conjuntos significativos? Tal cuestionamiento encaja con la manera en la que Bateson y Ruesch (1984, p. 13) conceptualizan la comunicación afirmando que ésta es la matriz en la que se encajan todas las actividades humanas.
La comunicación, en tal sentido, fue estudiada desde Palo Alto, caracterizándola como una actividad continua y holística, como un todo integrado, incomprensible sin el contexto en el que se construye. Esto es, el acto de comunicación, para serlo, tendría que significarse como un acto verbal consciente y voluntario.
Así, la comunicación humana constituida desde el encierro de la pandemia, en no pocas ocasiones, ha distado de ser un acto voluntario, ya que por el contrario, millones de trabajadores, estudiantes y ciudadanos se han visto obligados a usar las plataformas digitales, poniendo en el centro del proceso no el establecimiento de formas de comunicación generadoras de diálogo, sino la posibilidad de salvaguardar la productividad del sistema mediante el trabajo y el estudio en casa.
De esta manera, los intercambios han tenido como particularidad la constante preocupación por contar con una línea de Internet en casa (de lo cual la mayoría de las empresas no se responsabilizó por suministrar), que tal línea sea lo suficientemente eficiente para recibir o proporcionar órdenes con la menor cantidad de distorsiones o malos entendidos posibles y la preocupación por entender plenamente el mensaje, para cumplir la asignación de la manera más eficiente posible. Tal forma de entender la comunicación entonces, ha convertido el proceso en una experiencia, altamente estresante y reducida en posibilidades de entablar el diálogo.
No obstante habría que colocar a la interacción entre parlantes, en su justa dimensión, sin banalizarla, ya que ni en la vida offline, ni en los entornos online, tal actividad es viable siempre, ni tampoco es invariablemente una experiencia positiva. Tampoco se trata de jugar el juego de los apocalípticos y los integrados y demeritar las formas de comunicación propias del mundo digital.
En suma se trataría de reconocer que la tecnología que aporta Internet al proceso comunicativo, aún tiene como pendiente generar las condiciones para la construcción de entornos dialógicos, con los suficientes comportamientos corporales, culturales y significativos en los que la comunicación combine tales elementos de manera orquestal para que la coordinación, el entendimiento y la colaboración sean los factores que prevalezcan por sobre los artilugios tecnológicos.
Así, tal vez queda pendiente en los entornos digitales, entender la comunicación entre dos individuos, según Yves Winwin (1982, p. 21) como la transmisión de un mensaje sucesivamente codificado y después descodificado, reanimando una tradición filosófica, en la que el hombre se concibe como un espíritu enjaulado en un cuerpo, que emite pensamientos en forma de ristras de palabras.
REFERENCIAS
Bateson, G.; Ruesch, J. (1984) Comunicación. La matriz social de la Psiquiatría, Paidós, Barcelona.
Castells, Manuel. 2006. Communication Power. Oxford University Press.
Watzlawick, Paul; Beavin, Janet H.; Jackson, Don D. (1971) (2002) Teoría de la comunicación humana, Tiempo Contemporáneo, Buenos Aires.
Winkin, Yves (coord.) (1982) La nueva comunicación, Kairós, Barcelona.
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