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INTERNET E IDENTIDADES DESPLAZADAS

Somos un centro de investigación y análisis de comunicación para la reflexión, discusión y generación de propuestas para el bienestar mediante la creación de conocimiento práctico que abone al diseño de mejores políticas públicas.


Por José Luis Flores Torres


Para Gilberto Giménez, desde la teoría de las identidades, la identidad es un proceso subjetivo y frecuentemente auto-reflexivo por el que los sujetos individuales definen sus diferencias con respecto a otros sujetos mediante la auto-asignación de un repertorio de atributos culturales generalmente valorizados y relativamente estables en el tiempo.


Es decir, para Giménez, las identidades, son procesos que se forjan en el tiempo y que tienen como soporte, prácticas culturales variadas que dan forma a un repertorio simbólico con el que los habitantes de un entorno geográfico, se sienten más o menos identificados. Como telón de fondo, estaría lo que llamamos cultura y que el propio Giménez concibe como el conjunto de hechos simbólicos presentes en una sociedad.


Tal noción de cultura es tan importante para los pueblos, que opera en conjunto con la identidad con el fin de darle un sentido a lo que se vive en la realidad. Es el doble juego en donde se entiende a la cultura como identidad y a la identidad como cultura. Tal dicotomía, no solo da orden al caos, sino que permite que los ciudadanos puedan establecer formas de interacción y comunicación a partir de referentes compartidos.


En tal sentido, la identidad tendría una doble función: por una parte, dotar a los integrantes de un entorno geográfico de pautas para poder definirse, autoconceptualizarse, reconocerse a partir de prácticas culturales, que serían objetos, palabras, gestos, acciones, comportamientos, etc, reconocidos como propios y poseedores de un significado compartido en el entorno de un contexto. Es marca que sirve para distinguir al nosotros de los otros.


Y es esta precisamente la otra función de la identidad: la diferenciación. Es decir, si la cultura y la identidad, son procesos que homogenizan hacia el interior (de un entorno geográfico), al mismo tiempo sirve para diferenciar tomando distancia frente a los otros, que poseen sus propias formas de significarse a sí mismos.


La identidad en Internet, según se ha observado, cobra nuevas dimensiones, juega un papel diferente y sobre todo sus posibilidades suelen desplegarse ante las herramientas proporcionadas por los entornos digitales. Tal concepto, tiene un largo camino recorrido en la academia desde los trabajos de Elizabeth Reid, quien en su texto de principios de los 90 Electrópolis, se convierte en una de las precursoras del análisis de la comunicación mediada por computadoras (CMC) a partir del análisis del ámbito inicial en el que se desarrollaron las comunidades en Internet: las comunidades de científicos. Para Reid, el entorno proporcionado por la virtualidad era lo suficientemente trascendente como para observarlo de manera diferenciada respecto a los territorios offline.


Es decir, la comunicación humana en donde el contacto físico se hace indispensable y partiendo de que la cultura es un sistema en el que circulan signos y significados, Reid observa entonces que, en esas primeras comunidades, por así decirlo, virtuales se estaría generando la posibilidad de tal intercambio simbólico, pero que, al producirse a partir del entorno de la CMC, tales formas culturales estarían cobrando características distintas a las existentes en la vida cotidiana.


Uno de esos factores observados por Reid, propios de la cultura emanada de la CMC, es el anonimato dado que, al carecer de proximidad, muchas de las huellas o marcas de identificación física de los interlocutores estarían también ausentes.


Ante esto, la relación, cultura identidad explicada anteriormente, cobraría nuevos derroteros al tener Internet como su contexto. Estaríamos entonces hablando de identidades en el mundo online, que podríamos llamar desplazadas.


En torno al concepto desplazamiento, podríamos relacionarlo con mover o sacar a alguien de donde se encuentra para situarlo en un espacio distinto. Desplazamiento es tránsito, movilidad, lo que cruza por una frontera, real o simbólica, pero reconocida. Tal frontera en el entorno de las identidades desplazadas estaría dada por el mundo on y offline. Es decir, quienes se ubican frente a un monitor, estarían situándose simbólicamente en un entorno fronterizo en el que la posibilidad de acceder a otro entorno es real.


Una idea de lo que estarían significando este tipo de identidades lo proporciona Sherry Turkle, quien analiza los juegos de rol para describir las características culturales presentes tanto en los videojuegos como en las comunidades virtuales. Tales espacios, en realidad estarían encarnando metauniversos (término tomado de la novela Snow Crash, de Nael Staphenson), entendido como un espacio virtual colectivo y compartido la mayoría de las veces, originado a partir de un cúmulo de tecnologías y que tienen a la realidad externa como un espejo.


Tales espacios, según Turkle, otorgaba a los usuarios del juego second life, posibilidades amplias de ser y aparecer en pantalla. Identidad desplazada del entorno de la vida cotidiana, en el que los individuos podían explorar y jugar con personalidades múltiples, cambiantes, fragmentadas, desplazadas también.


Identidad desplazada e identidad espejo, en que se refleja un yo, pero con poderes, por así decirlo. Imagen metafórica del individuo, pero también elipsis que tiene más referentes en lo que se desea ser, que en lo que se es. Imagen que a veces es opaca y en otras Internet se transforma en la casa de los espejos, en donde el poder radica en la posibilidad de jugar con la identidad. Poder en el que el “yo real” es desplazado, por otro en el que las virtudes se exageran y los defectos se eliminan a modo, a partir de sensaciones, deseos, estados de ánimo.


Es identidad, que al parecer ya no está en la búsqueda del yo, que logre distinguirse del otro. Es identidad fragmentada, pero que apela a la estandarización, imagen que es sujeto y objeto al mismo tiempo. Espejo o bien simulacro, paisaje lleno de posibilidades, todos cómplices de esta trampa colectiva. Identidad virtual que es definida por Turkle como aquella que se constituye en las pantallas del ordenador que se convierte en el nuevo lugar para nuestras fantasías tanto eróticas como intelectuales. Es una identidad situada en el umbral entre lo real y lo virtual, inseguras de nuestro equilibrio, inventándonos sobre la marcha.


El anonimato, la identidad y las diferentes características que adquiere la cultura emanada de Internet, es un fenómeno relativamente nuevo, juego que muchos apenas empiezan a aprender a jugar. Identidades desplazadas, llenas de posibilidades en donde el cielo es el límite para poder ser (pero en donde parte del juego, cuando se sabe jugar, es reconocer que en el fondo uno no es lo que piensa, sino solo lo que es) y en donde el peligro radica en estancarse en la idea de que la cercanía (a todos y a todos) generado por la red es real y que el conocimiento que ahí se genera es incuestionable. Pensar que el anonimato es un arma que responde a su propio sentido de la ética (sostenida en la creencia de que Internet es el espacio por excelencia de las libertades) también constituye un error de apreciación.


Es identidad que se construye en los entornos digitales, y que, aunque no deja de responder a su propia lógica, siempre tiene asideros que lo vinculan a la realidad real, en donde el conocimiento adquiere sentido, las distancias son reales y el cibernauta es ciudadano de un mundo pletórico de problemas, en donde, el yo y el otro no son solo avatares, sino, como diría Emanuel Levinas: el yo frente al otro, es infinitamente responsable: es el otro como llamado a la responsabilidad.

 

José Luis Flores publica todos los martes en este medio.

Licenciado en Ciencias de la Comunicación por la Universidad Autónoma Metropolitana (UAM) Xochimilco, Maestro en Comunicación por la Universidad Iberoamericana y Doctorante en Investigación de la Comunicación por la Universidad Anáhuac México. Académico en la Facultad de Comunicación en la Universidad Anáhuac México.

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