Somos un centro de investigación y análisis de comunicación para la reflexión, discusión y generación de propuestas para el bienestar mediante la creación de conocimiento práctico que abone al diseño de mejores políticas públicas.
Por Eduardo Carrasco Gómez
“La paz se hace con los enemigos, no con los amigos”
(Desmond Tutu, Premio nobel de la paz 1984)
Hace 25 años el informe de la comisión Gulbenkian para la reestructuración de las ciencias sociales, presidida por Immanuel Walllerstein, reconoció la pertinencia de un giro en el quehacer científico de estas áreas del conocimiento.
Por su parte, y a partir de la economía, especialmente con la aportación de Amartya Sen, diferentes disciplinas como la sociología, la ecología, la psicología, la historia y la ciencia política han abonado al concepto de bienestar, con énfasis en las deficiencias y las limitaciones de los conceptos de desarrollo y progreso.
Algunos autores abonan indirectamente, como Gilles Lipovetsky en su era del vacío, donde analiza la insatisfacción vigente en los países llamados desarrollados, que más bien son sociedades de hiperconsumo y vacuidad.
A su vez, la ecología indica que el gran sistema ecológico global se compone de subsistemas, los cuales abonan en la armonización del sistema global y agrega –entre otros aspectos— que tanto los seres humanos, como el resto de la naturaleza, más que recursos son bienes, lo mismo para la generación actual, como para las venideras; acaso los subsistemas sociales tengan su propio aporte comunitario en el sistema global.
Por su parte, la economía del bienestar va más allá del índice per cápita y del producto interno bruto; sugiere indicadores cualitativos y subjetivos que resultan disruptivos para la lógica acostumbrada; el caso de México puede ser un ejemplo, mientras forma parte del club de los veinte países más “ricos” del mundo y es considerado como una nación en desarrollo según calificadoras economicistas, ha legado resultados reprobables.
Evidentemente el sistema mexicano heredado, con sus indicadores y su entramado económico, jurídico, político, institucional, mediático y cultural, alineado en la lógica del desarrollo, ha vulnerado el bienestar de la mayoría de la población.
Por otro lado, algún cardenal emérito mexicano calificó recientemente de comunista al Presidente, quien le respondió con una cita de su propio jerarca superior cuando dijo que aliviar a los pobres no es comunismo, sino evangelio; el cardenal se adhiere al estridente sector de la ultraderecha mexicana, pero ninguno define su comprensión de comunismo, e ignoran el entendimiento que hay entre el gobierno federal y el empresariado del país, tanto en el T-MEC, como en el convenio para la cobertura educativa en televisión.
La repetición de adjetivos (des)calificativos refleja básicamente desconocimiento más allá de las malas intenciones, tanto entre los detractores como en los defensores del actual gobierno federal, lo que ha permeado en las esferas políticas, académicas, mediáticas y culturales, debido a que se está también en una transformación de la vida pública del país.
Regresando al informe de la comisión Gulbenkian recordamos lo propuesto para la reestructuración de las ciencias sociales, donde vislumbramos a la comunicación, que bien podría abonar epistemológica, teórica y metodológicamente al bienestar; el informe sugiere cuatro áreas para reflexionar que incluyen las implicaciones de rechazar la distinción ontológica entre humanos y naturaleza, las de negarse a considerar el estado como las únicas fronteras dentro de las cuales la acción social ocurre, y las de aceptar la tensión entre el uno y los muchos; así como reflexionar acerca de la objetividad a la luz de la ciencia.
Recordando la escuela impulsada desde la UNESCO conocida como comunicación para el desarrollo y más allá de alguna bandera gubernamental, la relación entre comunicación y bienestar, es un área de estudio que merece ser trabajada con rigor metodológico y altura de miras.
Eduardo Carrasco Gómez publica todos los jueves en este medio.
Eduardo Carrasco Gómez es teólogo y licenciado en comunicación, profesor invitado en la Escuela Nacional de Antropología e Historia.
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