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GUERRA RUSOUCRANIANA: LA MENTIRA DE LA VERDAD

El desarrollo de la capacidad del hombre para comunicarse es tan desconocido para la ciencia moderna que puede considerarse un milagro… o una maldición. Como ninguna otra tecnología, la habilidad innata para cifrar y descifrar mensajes se ha utilizado como la mayor arma de guerra en situaciones de conflicto, pero también y, sobre todo, en tiempos de paz.


El control de la información, las noticias falsas, la desinformación, el ocultamiento, los montajes y la manipulación son herramientas bélicas que se han ido perfeccionando a medida que avanzan otras áreas de la ciencia que pueden ayudar a combatir en la guerra de la propaganda, a la que podemos entender como una forma de comunicación persuasiva muy sofisticada que penetra de forma casi natural en los sistemas de información masiva, pero también lo hace en otras áreas como la del entretenimiento, la tecnología, los deportes y las religiones, por ejemplo.


La palabra propaganda tiene origen en el verbo latino propagare que era utilizado en la agricultura para aumentar el número de plantas y, posteriormente, por la Iglesia católica que acuñó el término cuando el papa Gregori XI fundó la congregación Propaganda Fide para difundir la cristiandad. Sin embargo, la lucha por la persuasión y la difusión de las ideas para ganar adeptos, es tan antigua como las sociedades mismas.


Gorgias (2017), filósofo de la Grecia antigua, desafía al logos en el Tratado sobre el no ser en el que afirma que nada existe y, si existiera no podría ser conocido por el hombre y si pudiera ser conocido, jamás podría ser comunicable, por tanto, todo discurso es falso. Sin embargo, los discursos de propaganda, aunque no sean ciertos, son verdaderos porque recrean su objeto y cumplen con su objetivo, a esta acción en la que el ser pasa a ser un efecto del decir es lo que Barbara Cassin (2008) llama “logología” gorgiana y tiene lugar en base al poder ilimitado del logos y al engaño que produce.


Es decir, como no podemos conocer la verdad, lo más cercano que tenemos a ella es una opinión que nos vamos formando a partir de lo que nos dicen, de lo que percibimos, de ideas que damos, a nuestro juicio, por ciertas, sin embargo, todo es un engaño y, según Georgias, sólo el ignorante se puede librar de esto, pues su propia condición no le permitiría comprender el sentido del correlato de la persuasión. Es decir, la propaganda es una sutileza lingüística para la que no todos son individuos son aptos.


En palabras del filósofo, entre más sabemos o creemos saber, más susceptibles somos a ser persuadidos, pues este nivel de conocimiento nos hace creer en ideas que tomamos como verdaderas, por tanto, todo mensaje que pueda reforzarlas, aunque sea mentira, la tomamos como cierta, o bien, cambiamos de opinión porque otro discurso nos pareció más verosímil, entonces la episteme (conocimiento), también es una herramienta de la persuasión. Paradójico y un poco complicado ¿no?


Por ejemplo, en la guerra ruso-ucraniana-estadounidense-europea-mundial, hay por lo menos tres discursos dominantes; por un lado, Estados Unidos y OTAN acusa a Rusia de invadir un país soberano motivado por su política expansionista, por el otro, Rusia acusa a Estados Unidos de pretender que Ucrania forme parte de la OTAN y con ello establecer bases militares en sus fronteras como parte una política expansionista que pretende dividir el territorio ruso. El tercer discurso es el de los analistas geopolíticos para los que la única verdad es el control económico de los recursos petroleros de Ucrania.


¿Quién dice la verdad? De acuerdo con Georgias, no lo podemos saber, por tanto, ninguno, todos mienten. Pero si cambiamos la pregunta y nos cuestionamos ¿Quién tiene el discurso dominante o más verosímil? Automáticamente hace sentido la guerra informativa, tecnológica y mediática que se está librando entre “los informados” con más vigor que las bombas que caen sobre el suelo ucraniano.


En occidente tenemos nuestras verdades como la sacralidad de la democracia, la libertad, la paz y la soberanía a nuestro estilo, mientras que en oriente tienen las suyas como la democracia, la libertad, la paz y la soberanía a su estilo. En palabras más simples podríamos decir que nada es verdad y nada es mentira, todo depende de la doxa con que se mira, por lo pronto, hoy día lo mejor sería pecar de ignorantes.


REFERENCIAS


Cassin, B. (2008). El efecto sofístico (1.a ed.). Fondo de Cultura Económica.

Leontinos, D. G. (2017). De lo que no es o de la naturaleza: Los testimonios. SIGLO XXI EDITORES, S.A. DE C.V.

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