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EL LOCO MUNDO DE LA INVESTIGACIÓN EN COMUNICACIÓN

Hacer investigación en el ámbito de la comunicación social parece un tema complejo para jóvenes (y algunos no tanto) que pasan por una licenciatura o posgrado y se dan cuenta que en el programa de estudio se hacen presentes asignaturas vinculadas a tal disciplina. Y así, al parecer más por obligación que por un interés genuino, los alumnos se apersonan en estas materias que se convierten en algo muy parecido a un dolor de muelas.


Y ese justamente constituye el primer demérito al que se enfrentan estos estudiantes, que al haber cursado tales asignaturas en la preparatoria o incluso en la secundaria, tienen el pálido recuerdo del curso en la que llevaron a cabo algún proyecto de investigación, que resultó inconcluso o en el mejor de los casos terminado, pero guardado en algún cajón.


Para muchos de ellos, resulta en principio difícil conceptualizar la comunicación y arriesgar una mirada que cuestione si la disciplina es ciencia u objeto de estudio o bien pasar del consabido todo comunica para situar la comunicación de la manera que proponen autores como Antonio Pacuali (1990), comprendiéndola, desnudándola y humanizándola para contextualizarla como parte esencial del hombre que convive en comunidad, (desmarcándola de lo que se hace en los corporativos de información) y enfatizando la dimensión que cobra la comunicación a partir de la posibilidad que provee de construir la alteridad desde lo humano.


Tal vez algunos de ellos recuerdan que algún profesor les comentó que la investigación era un proceso mediante el cual se busca crear conocimiento científico sobre nuestro entorno. Esta realidad, en los aspirantes a comunicólogos, parece reducida a asomarse a lo que sucede en los mal llamados medios de comunicación, y ahí sitúan el objeto de estudio. El error no es poca cosa, pues refleja en gran sentido el afán por estudiar la carrera movidos por un interés por laborar en algún corporativo mediático.


Tales intenciones al parecer estarían mediadas por un profundo apego que los jóvenes muestran a consumir los contenidos de los mass media. Y a partir de esto, se genera otra problemática que es la falsa idea de que pasar horas frente a la pantalla repercute en un conocimiento de los fenómenos que se estarían produciendo. Pocos tal vez, en sus conversaciones cotidianas, hablan de disciplinas como el derecho, la filosofía, la psicología social, no obstante sobre los fenómenos mediáticos, muchos opinan, pero pocos lo hacen buscando comprender la lógica profunda que mueve tanto al fenómeno comunicativo (o mejor dicho informativo), como a la de los corporativos que la convierten en negocio.


En este sentido, es común que los temas de investigación propuestos desde tal contexto, no pasen de la curiosidad por conocer (desde la publicidad, el marketing, la propaganda política, etc.) los efectos de algún medio o mensaje en determinado grupo de personas. Casi un siglo de evolución de los primeros abordajes científicos sobre la comunicación masiva propuestos por la Mass Communication Reasearch y las perspectivas de investigación parecen orientadas en el mismo sentido, tomando como caballito de batalla los trabajos iniciales de autores como Harold Lasswell o Paul F. Lazarsfeld de los cuales solo se lee, lo que algún compilador comprendió de lo que (queremos pensar) leyó de tales autores.


Estos abordajes desde donde muchos estudiantes empiezan a investigar sobre comunicación, suelen ser de entrada incorrectos o incompletos, anecdóticos, superficiales y no logran aproximarse a comprender una episteme compleja, de la cual si acaso, en un semestre, se podría arriesgar alguna mirada profunda solo sobre alguna de las partes del proceso.


Lo anteriormente descrito suele suceder en las primeras semanas de clase, cuando los alumnos tienen que elegir algún tema sobre el cual investigar. Asunto aparte lo constituyen aspectos como la construcción del problema de investigación, la creencia de que el cumplimiento de las hipótesis de trabajo dará como resultado una buena investigación, el enfoque cuantitativo como la panacea que habrá de traducir las problemáticas estudiadas, en variables y luego en indicadores y categorías con las cuales se podrán medir de manera objetiva las problemáticas planteadas.


A final de cuentas, conceptualizar e investigar la comunicación de esta manera la reduce a un asunto de fierros y cables, tecnología que no obstante, como señala Mario Bunge (2009), no puede cambiar la situación social; pueden inventarse o mejorarse algunos procedimientos, pero sólo la política puede resolver problemas sociales. La técnica puede ser una herramienta en esa situación, pero nada más.


Y así trascurre el loco mundo de la investigación en comunicación en donde los métodos al parecer solo sirven para corroborar conclusiones que de antemano dicen conocer, producto de la experiencia medida en horas y años sentados frente a monitores de televisión, computadoras o videojuegos que desde los parámetros descritos proporcionan conocimientos y experiencias que el contacto con el entorno jamás podría proporcionar.


No obstante, habría que reconocer excepciones, jóvenes que asumen la existencia un mundo más allá del gabinete, llamado realidad, espacio de conflicto que saben, habrá confrontarse, recorrerse para, solo así, generar las propuestas, los enfoques e incluso los errores que es desde donde se construye el conocimiento.


REFERENCIAS

Pasquali, A. 1990. Comprender la comunicación. Caracas, Venezuela: Monte Avila Latinoamericana.


Drago, Tito. 2009. Mario Bunge: “La técnica es una herramienta, pero sólo la política puede cambiar la sociedad”. Recuperado el 19/09/2021, de la revista Cuadernos de Comunicación e Innovación Telos Sitio web: https://telos.fundaciontelefonica.com/archivo/numero081/

 
 
 

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