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EL ENGAÑO Y LA MUERTE DE LA IMAGEN

De acuerdo con Regis Debray “el nacimiento de la imagen está unido desde el principio a la muerte. Pero si la imagen arcaica surge de las tumbas, es como rechazo de la nada y para prolongar la vida. La plástica es un terror domesticado. De ahí que, a medida que se elimina a la muerte de la vida social, la imagen sea menos viva y menos vital nuestra necesidad de imágenes.” (1992, p. 19)


Entorno contemporáneo paradójico, acostumbrado a las pantallas y a las imágenes que las acompañan. Vida y muerte custodiando el escenario social que parece haber domado sus miedos ancestrales en aras de un exceso de sucesos visuales explícitos, directos, hiperreales, pero no por ello verdaderos.


Tecnología que facilita el engaño colectivo. La era del artificio que va de los filtros de Instagram a la estafa sofisticada del Deepfake. Dilema en el que el problema no solamente está en la trampa en sí misma, sino en las posibilidades que la ponen al alcance de casi cualquiera. Imágenes que fueron fundamentales para representar lo divino, después sirvieron para simbolizar héroes y hoy se utilizan para representar a estrellas y celebridades, o bien a gente común y corriente que busca parecerse a ellos.


Escenas que nacen encarnando los deseos que aparecen plasmados en una estética anclada en la colectividad y mediada, en muchos sentidos, por los sistemas informativos y por el mundo digital en el que los signos de individualidad aparecen a cuentagotas en aras de la satisfacción del consumo visual masivo, estereotipado, producido en serie y que se distribuye a nivel global. Sistema icono-objeto que parece haber dejado de tener sentido, ante lo cual la imagen muere.


Al respecto, Fernando Zamora señala que en la segunda mitad del siglo XX “el mundo fue mediatizado, reducido a los límites de una pequeña pantalla rectangular. Hiperrealismo, holografía, realidad virtual: el sujeto se introdujo en el mundo por la vía de las imágenes. Y esta parafernalia puso en crisis conceptos que durante milenios permitieron entender de modo más o menos condensado lo que significaba “ser una imagen de…” (2006, p. 20)


Sistema que estaba sostenido en el ver para creer. Imagen que era al mismo tiempo evidencia del acontecimiento que cuando se plasmaba visualmente servía también como herramienta que permitía explicar algo de la realidad en un mundo con expectativas ilimitadas. Escenas que se referían a algo que era, porque estaba representado de manera icónica. Espacios en donde se experimentaba la recreación de la vida


Hoy todo ha sido sustituido por una era excedida de figuras de todo tipo que dejaron de representar y que al mismo tiempo solo sirven para la satisfacción de los deseos. Trampa colectiva al alcance de nuestra manos que involucra tanto a quienes generan las imágenes como a quienes intentan encontrarle lógica a un sistema icónico carente de significados profundos.


Agrega Debray, que “una imagen es un signo que presenta la particularidad de que puede y debe ser interpretada, pero no puede ser leída. De toda imagen se puede y se deba hablar; pero la imagen en sí mismo no puede. ¿Aprender a leer una foto no es, ante todo, aprender a respetar su mutismo? El lenguaje que habla la imagen ventrílocua es el de su contemplador”. (1992, p. 52)

Tiempo de ventrílocuos y prestidigitadores, hambrientos de imágenes las cuales representan voces múltiples que hablan al mismo tiempo pero que dicen las mismas cosas. Escenas vívidas, que nacen y se reproducen en el engaño, en donde la otredad parece quedar extraviada ante el cúmulo de individualidades, que tampoco lo son pues viven atadas a la tiranía de los estereotipos que rondan en medio de la vida social en donde la prolongación de la vida que la imagen siempre ha prometido suscitar, queda reducida al retorno de la nada.


REFERENCIAS

Debray, Regis. 1992. Vida y Muerte de la Imagen. Barcelona. Paidós Comunicación.

Zamora, Fernando. 2007. Filosofía de la imagen. México. UNAM.







 
 
 

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