El mundo de los influencers, es un entorno complejo que rebasa lo meramente digital. Según Indecopi (2019) se trata de personas que cuentan con cierta credibilidad sobre un tema determinado y que, dada su capacidad de convencimiento o llegada a sus seguidores, sin tener en consideración necesariamente el número de estos, pueden convertirse en un componente determinante en las decisiones que los consumidores realizan en el mercado.
Esto es, tales personajes más allá de encarnar un fenómeno comunicativo original en red, en realidad su valor suele apreciarse desde la perspectiva del marketing. No obstante, como lo señala Indecopi, son personajes que han construido cierta credibilidad sobre alguna temática y logran el convencimiento de un sector de la población sobre alguna idea. Tal ejercicio no es del todo desinteresado, pues los influercers utilizan sus capacidades comunicativas para que las marcas o institutos políticos que los contratan se vean beneficiados por esta capacidad retórica.
Sofistas en la postmodernidad, los influenciadores, establecen vínculos con una audiencia espectadora, pues el diálogo en los monitores prácticamente no tiene cabida. Piezas narrativas concretas que transitan en el entorno digital, que buscarán traducirse en acciones inmediatas como conocer un producto, servicio o candidato y generar o incentivar su consumo, nada más.
Universo de los excesos que es simulación consentida o engaño consensado. Extraña relación la del influencer con un público en donde la cantidad de mensajes, la mayoría de las veces, sustituye a la esencia de lo que se comunica, sobre todo en un entorno en donde casi todo tiende a verse desde la perspectiva del entretenimiento y del espectáculo. Distracción signada, no por la cantidad de pantallas, ni por la tecnología que lo propicia, sino, de acuerdo a Guy Debord (1967) es más bien una realidad social entre personas mediatizadas por imágenes.
Pero tales escenas son solamente simulación, la cual, según Feuerbach (2013), es la esencia del tiempo actual. Simulación es nuestra política, simulación nuestra moral, simulación nuestra religión y nuestra ciencia.
Simular, que marca su territorio frente a la mentira directa y burda. Imágenes en donde la representación desborda una realidad que fue. Espacio virtual en donde la belleza es filtro y un pequeño tamal, es presentado en las redes como un banquete de emperadores. La visión de un contexto exagerado en las redes sociodigitales, y que por ello genera nuevas significaciones: de esas que dejan likes.
Universo digital en el que la señora Leticia (fenómeno de las redes sociodigitales en el que la mujer mencionada, aparece sentada a las puertas de su casa, al parecer víctima de una enfermedad que le quita fuerza a sus extremidades inferiores, pero que es socorrida por un creador de contenidos para la red), es expuesta por su joven benefactor, que conoce muy bien las acciones, palabras y actitudes que habrán de generar alguna reacción en la doña, con las cuales atraerá la atención de la audiencia.
Altruismo que monetiza y que da vida a parodias de la condición de la señora Leticia. Ley de oro del mercado mediático digital en donde estos videos se cotizan al alza y en donde el éxito se mide por medio de likes y views. Retratos que muestran ecos de un México real, pero que sucumbe ante la espectacularización de la pobreza. Drama que deviene en comedia, en donde la falta de oportunidades para gozar de una vida plena, pasa a segundo plano ante lo absurdamente divertidas que podrían parecer para muchos, las reacciones de la infortunada mujer.
Y es que de acuerdo a Guy Debord (1967) todo lo que una vez fue vivido directamente se ha convertido en una mera representación. Juego de realidades que parecen superponerse en la pantalla de lo real y lo simbólico. Signos que han abandonado su significante para desbordar significados inusuales, pero atractivos porque suponen una acumulación de espectáculos patéticos.
A la señora entonces la suben a la fuerza en un vehículo, pero todo parece justificarse pues la llevan con el médico. La representación prosigue en esta comedia de enredos en donde la consulta médica se significa como una apuesta para saber si Lety finge sus malestares. La salud, entonces pasa a segundo término y en pantalla, el creador de contenidos pública indebidamente la conversación intima entre el facultativo y la paciente.
Y es que, en un mundo prendado a la lógica del espectáculo y la simulación, según Feuerbach (2013), el que en realidad actúa inmoralmente, pasa por un ser moral; la verdad, en nuestro tiempo, es inmoralidad. Moralidad, que se traduce en cancelaciones y moralismo en las redes sociodigitales que sólo alcanza para que el algoritmo detecte y censure las llamadas “malas palabras”. Mundo invertido, deslactosado/light, pero divertido pues lo real, es solo un momento de lo falso.
Entonces la señora se convierte en víctima de un sistema político/económico que la margina y le niega cualquier tipo de oportunidades que puedan impactar positivamente es su vida, y al mismo tiempo es escarnio de la otra lógica, la de las redes sociodigitales en donde la pobreza, que alcanza a más de la mitad de los habitantes de México, tan sólo juega las veces de escenografía donde deambulan personas, como doña Lety que están en la lucha por la vida, en el mundo de a de veras.
Narrativa, en donde la simulación es la historia que circula por la red, y que es apenas sombra de algo que fue, pero que en pantalla está destinado a representar la dicotomía por la que circulan los que han triunfado (o están en proceso) y los que pareciera que no merecen más que la burla pública. Pantallas en las que el irrealismo de la sociedad real es espectáculo que sólo sirve para entretener y monetizar.
REFERENCIAS
Debord, Guy. 1967. La Sociedad del Espectáculo. Ed. Champ Libre
Feuerbach, Ludwig. 2013. La Esencia del Cristianismo. Editorial Trotta
Instituto Nacional de Defensa de la Competencia y de la Protección de la Propiedad Intelectual (Indecopi). 2019. Guía de Publicidad para Influencers. Recuperado el 01/08/2022. Indecopi. https://cutt.ly/eZQ8gqH
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