Un respiro para las familias mexicanas ante la inflación, la cuesta de enero y la pandemia han sido las remesas. El Banco de México (BM, 2022) reportó que en diciembre ascendieron a 4 mil setecientos sesenta millones de dólares, un récord histórico.
De acuerdo con la Comisión Nacional para la Protección y Defensa de los Usuarios de Servicios Financieros (CONDUSEF, 2022) las remesas son el envío de dinero de aquellas personas que radican en otra nación a su país de origen.
En México, este recurso proviene principalmente de connacionales que se han establecido de manera permanente o temporal en Estados Unidos y Canadá. No obstante, más allá del dinero, las remesas se convierten en prácticas culturales.
Para Pierre Bourdieu (2000, p. 10), estas prácticas “pueden ser distintivas, distinguidas incluso sin pretenderlo”. Para los inmigrantes y “chicanos” -ciudadanos estadounidenses de origen mexicano-, una de las principales razones de enviar dinero, es para apoyar a su familia. Sin embargo, las remesas transforman el consumo de la región a través de la adquisición de objetos tangibles como una “troca”, un refrigerador o el material para construir la casa. Desde lo simbólico, replican estilos de vida que se distinguen y se apropian del espacio sociocultural.
Si bien las remesas cubren lo elemental como la alimentación y cuestiones de salud, contar con la liquidez les permite a las familias salir adelante. Sin este apoyo, muchos hogares estarían en riesgo de empobrecimiento que afecta al bienestar, esto a pesar de todo lo que implica mandar dinero como la comisión por envío, el tipo de cambio, tiempo de entrega, límite en el monto y los costos de traslado.
Traer unos tenis Nike que enviaron desde el “norte” o adquirirlos desde la localidad, por poner un ejemplo, altera lo social. Es posible que los grupos de la región puedan sentirse excluidos o marginados viendo que no progresan a la par de sus vecinos o bien, que repliquen estas prácticas a su manera.
Contradictoriamente, el American way of life con el que Estados Unidos manifestaba un estilo de vida en los años 70´s abogando por la dignidad humana y el bien común, es utópica porque en la mayoría de los casos la empleabilidad para los migrantes carece de los derechos laborales básicos.
Detrás del dólar, ese billete verde tan deseado, hay seres humanos que trabajan de sol a sol. Dos, tres turnos o varios empleos. Rostros cansados que lo dejaron todo para mejorar su calidad de vida y la de los suyos a pesar de los retos que enfrentan como el idioma.
Es por ello que las remesas no son para sentirse orgullosos. Desde hace tiempo nuestro país está sumido en una dependencia económica y a pesar de contar con el Tratado entre México, Estados Unidos y Canadá (T-MEC) parecería que este acuerdo sólo atiende aspectos macroeconómicos y no lo social.
Compartir la frontera es un crisol de ventajas y desventajas, al final de esa dicotomía están las personas migrantes que en los últimos años han incrementado el envío de dinero, lo cual no sólo representa un respiro en los hogares sino para el gobierno. Por eso, más allá del dato duro, las remesas se convierten en prácticas sociales que tienen en común la búsqueda de mejores condiciones de vida.
Referencias
Banco de México. (6 de febrero de 2022). Banco de México. Obtenido de Ingresos por remesas: https://www.banxico.org.mx/SieInternet/consultarDirectorioInternetAction.do?accion=consultarCuadro&idCuadro=CE81&locale=es
Bourdieu, P. (2000). Cuestiones de sociología. Madrid: Akal/Istmo.
Comisión Nacional para la Protección y Defensa de los Usuarios de Servicios Financieros. (6 de febrero de 2022). Condusef. Obtenido de Condusef: https://www.condusef.gob.mx/?p=remesas
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