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Por Iveth Serna
En la colaboración anterior (Contra el Estado capitalista o la necesidad de un nuevo pacto social) mencionamos la necesidad de iniciar una discusión seria sobre el replanteamiento del llamado contrato social bajo la premisa de que el Estado no está cumpliendo con su parte, pero, además, se extralimita en sus funciones de vigilancia y castigo bajo el pretexto de la seguridad nacional.
El filósofo Peter Sloterdijk nos dice que la máxima manifestación de la opresión política aparece cuando el cuerpo social triunfa sobre la libertad del individuo, entendiendo por cuerpo social a la vinculación al contrato social, es decir, el sometimiento voluntario a los sistemas de estrés construidos para asegurar la continuidad de los Estados.
La máxima productividad, la perfecta actuación del rol social, el cumplimiento del deber ciudadano, son sistemas de estrés que someten la libertad del individuo al que se le ha hecho creer que el estado contemplativo es característica del hombre inútil, ocioso, improductivo y, en consecuencia, mal ciudadano.
El hombre, entonces, está sometido a una realidad sostenida por sistemas de estrés cuyo papel es hacernos olvidar que la realidad que nos plantea el contrato social no es un hecho natural, sino una construcción que poco tiene que ver con la naturaleza humana, si es que tal naturaleza existe.
El oprimido, nos dice Sloterdijk, prefiere evitar situaciones de estrés y lo hace a través de la obediencia, de la rendición o la aceptación de la vigilancia, todo esto es preferible antes de que la rebelión o la revolución rompan con la falsa estabilidad del status quo.
Estas líneas toman relevancia después de analizar los resultados de la Encuesta Nacional de Cultura Cívica (ENCUCI) 2020, en especial uno que resulta particularmente preocupante pero que representa muy bien lo que Sloterdijk trata de decirnos en su libro Estrés y Libertad.
El dato al que nos referimos es aquel que revela que la mayoría de los mexicanos, el 36.3%, considera que tener responsabilidades y cumplir con ellas es la característica que más lo vincula a la condición de ciudadano, incluso, la idea de ser sujeto de derechos está muy por debajo ya que, aunque se encuentra en el segundo sitio, solo es reconocido por un 29% de los encuestados. En tercer lugar, se sitúa el ejercicio del voto, aunque no se especifica si éste es entendido como una responsabilidad o un derecho, lo cual, resultaría valioso para acercarnos mejor a una radiografía del ciudadano mexicano.
El mexicano sucumbe al imperativo categórico kantiano del deber, por encima del ser, es decir, hay un deber de ser aquello que nos dicen que es ser un buen ciudadano, un buen humano; producir más allá de las capacidades (o solo tener capacidad de producir), obedecer la ley (o temer a ella), cumplir con las responsabilidades (o imposiciones) fiscales, aunque ello signifique enriquecer más al capital, ceder cada día más nuestras libertades o permitir la sobrerregulación y vigilancia excesiva.
Sistemas de estrés difundidos y legitimados, según Sloterdijk, por un sistema de información que mantiene unido al colectivo mediante “contratensiones”, los pensamientos, entonces, nos dice el filósofo alemán, no son libres, el hombre es también un constructo del peso de la socialización. Agrega que no es necesario adivinar el pensamiento de un colectivo, basta con conocer las fuentes por las que se informa para saber qué y cómo está pensando.
De acuerdo con la misma encuesta, en México, la mayoría de los mexicanos se enteran de los asuntos públicos mediante la comunicación personal, seguido de las redes sociales y la televisión, si nos situamos en la teoría de dos pasos, entenderíamos la insistencia por la descalificación o empoderamiento de los llamados “intelectuales orgánicos” de uno u otro sistema de gobierno o representación política, o por qué unos medios, o empresarios de los sistemas informativos, son más o menos favorecidos según el gobierno en turno, sin embargo, lo que convendría no perder de vista es que todos obedecen al mismo objetivo; la opresión a favor del capital y del poder político.
Sloterdijk nos dice que la verdadera libertad solo es posible en función de la desvinculación social, es decir, si nos despojamos de nuestro rol social como animal político, racional y productivo, el ser sumido en la contemplación, la desocupación y la despreocupación, solo en este estado la conformidad con el poder y a creencia de la autoridad desaparecen.
Pero también en el estrés hay oportunidad, se trata del “estrés agresor” que nace de la indignación colectiva que aparece cuando las condiciones a las que se somete a una población son tan agresivas que su carga pone en riesgo la propia supervivencia. Una situación agravada de estrés colectivo genera la rebelión contra lo establecido y, aunque el camino parezca más complicado, Sloterdijk nos dice que es más duro vivir sometidos evitando el estrés, que el estrés que provoca rebelarse.
Iveth Serna publica todos los sábados en este medio.
Periodista, maestranda en comunicación organizacional y diplomada en Marketing Digital.
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