La relación entre los sistemas informativos (mal llamados medios masivos de comunicación) y las audiencias, no es un tema nuevo. De hecho fue uno de los asuntos que motivaron el interés por empezar a estudiar de manera científica este fenómeno en el entorno de la llamada mass communication research que inauguraron los estudios sobre medios en los Estados Unidos hace poco más de un siglo. Desde esta visión se percibía tal vínculo a partir de un juego de dependencias en donde las personas podían ser impactadas en su conducta como consecuencia de su exposición al contenido de la radio, el cine o la prensa escrita.
Con el invento y la popularización de la televisión este enfoque teórico prevaleció y empezó a señalársele, de acuerdo a Jiménez (2016, p.83), como la “caja idiota” generadora de contenido basura, dirigida a un público manipulable, que se encontraba a merced de los rapaces empresarios y políticos que se ocupaban de tratarlos de convencer de los más increíbles y malvados fines consumistas y de manipulación política.
En el entorno contemporáneo irrumpe Internet y las redes sociodigitales, las cuales adquieren características tanto de una sociedad estresada como de una civilización del espectáculo, en donde parece prevalecer un aparentemente “todo se vale” (siempre y cuando entretenga y divierta). Es el big data, (obra máxima de la individualización que convierte al ser humano en algoritmo) que da y quita: nos conoce, nos consiente pero nos rastrea, con un estilo de espionaje tétrico que se constituye como señala José Pablo Feinmann (20013) en una suerte de big brother panóptico que todo lo ve y todo lo espía y a quien nadie ve.
El asunto de la relación entre los medios y las audiencias no es tan simple, ver la televisión o hacer uso de internet (o estar frente a otro medio) es un acto al mismo tiempo social e individual y por ello las lecturas que se le dan a los contenidos son casi siempre diferenciadas. Esto nos hace pensar en el proceso de recepción a partir de las mediaciones sociales, es decir desde los espacios simbólicos y culturales que le permiten al individuo crear sentido en un doble contexto, el personal y el sociocultural.
También resulta erróneo pensar en la audiencia (así en singular) como una figura que puede dividirse en criterios preestablecidos. Hoy tendríamos que tener cuidado de hablar de esta figura y entender que, incluso una misma plataforma digital podría estar dirigido a una variedad de públicos, tantas como la diversidad de contenidos que se ofrezca, interesadas por vincularse a ésta de manera diferenciada, de acuerdo a criterios que rebasen las consabidas variables sociodemográficas.
Acierta Guerrero Espinosa al señalar (2016, p.145) que los niños aprenden lo que viven en casa y es necesario cuestionarse si se está educando al individuo en una cultura reflexiva, pensante y crítica, con capacidad de solucionar conflictos mediante el diálogo. Es decir cuando el niño está frente a la televisión o Internet, no está del todo abandonado, ya que lo acompaña todo un repertorio social, cultural y desde luego ético que lo tendría que hacer capaz de tomar conciencia de lo que se muestra en pantalla. Así resultará imprudente señalar como únicos responsables en los casos de buying entre menores, a estos artilugios sin antes analizar su entorno más próximo, la familia.
El conflicto se sitúa al buscar empatar lecturas diferenciadas de los sistemas informativos con una ética que no solo apele a la persona sino al colectivo. Se trata, agrega Jiménez (2016, p.90), de entender a la ética como algo que está más allá del bien y del mal, que no se reduce a lo bueno, a lo correcto, sino a diversos modos y costumbres que la gente tiene de conducirse (y) encuentra su límite en la vida misma.
Esta postura frente a los valores y la conducta humana se conoce como pragmatismo ético y pasa del kantiano imperativo categórico y se sitúa, como lo explica Jiménez (2016, p.84) como una serie de hábitos y creencias que se expresan de manera práctica en un mundo real, presente pero que aluden siempre a un horizonte de expectativas de un mundo posible.
En este sentido la televisión, Internet y la mayoría de los sistemas informativos, en diversos momentos han jugado una suerte de doble rol; a partir de la fascinación que brinda horas de entretenimiento y de villanos a los cuales se hace responsables de muchos de los males que aquejan al mundo. No obstante, es justo señalar que esta perspectiva culpígena de los medios tiene sentido solo cuando se idealiza su impacto pensando que cumplen roles para los cuales en realidad no fueron creados.
Recordemos que la televisión no está hecha expresamente para educar sino, señala Jiménez (2016, p.87), es principalmente un producto del capitalismo, una mercancía, un medio mercantil, no una institución de beneficencia o de cultura, aunque en algunas circunstancias ofrezca estos servicios, ya sea por ley o conveniencia. Exigirles a las empresas de medios, objetivos para los cuales no fueron creados entonces parecería por lo menos injusto y partiría de una perspectiva en la que se estaría acaso idealizando el papel que desempeñan tales empresas.
Entonces valdría la pena hacernos varios cuestionamientos, ¿es la perspectiva de las audiencias la mejor manera de acercarnos a analizar a quienes entran en contacto con el mensaje de los mass media? ¿hemos avanzado en el conocimiento de las audiencias a casi un siglo de los primeros estudios de recepción planteados desde la mass communication research? ¿la metodología para el estudio de las audiencias nos ha permitido tener una idea más certera de su composición? ¿reducir la audiencia a variables numéricas ha permitido conocerla mejor? ¿cuáles son las razones que motivan el querer conocer mejor a las audiencias? ¿el estudio de las audiencias ha generado un mejoramiento en los contenidos de lo que ofrecen estas empresas?.
Si somos severos en el análisis de la manera en la que se ha desarrollado el estudio de las audiencias, en sentido estricto en la mayoría de las preguntas la respuesta se decantaría hacia un no, ya que hoy más que nunca, ese ente llamado audiencia, parece seguir siendo el gran desconocido del proceso en el que se genera la dinámica en la que operan los sistemas informativos.
REFERENCIAS
Feinmann José Pablo. (2013). El Big Brother panóptico. Recuperado el 13/09/2021, de Página 12. Sitio web: https://www.pagina12.com.ar/diario/contratapa/13-224468-2013-07-14.html
Guerrero Espinosa, Nicéforo. 2016. Eticidad, Telecomunicaciones y Derechos Humanos. En Del Prado, R. (Coord.) Ética y derechos de las audiencias. México. Editorial Limusa.
Jiménez, Marco Antonio. 2016. Pragmatismo Ético y Audiencias Televisivas. México. Editorial Limusa.
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