CUANDO DECIR LO SIENTO NO ES SUFICIENTE
- Elizabeth Montes Albor
- 31 jul 2022
- 3 Min. de lectura
El papa Francisco, jerarca de la iglesia católica, acudió a Canadá para ofrecer una disculpa pública y formal por las graves violaciones de derechos humanos cometidas contra 150 mil menores indígenas, que de 1881 a 1996, tras ser separados de sus familias e internados en las escuelas de integración en su mayoría gestionadas por esa institución religiosa, fueron víctimas de violencia y abuso sexual. El saldo de ese episodio en la historia canadiense apunta que cerca de seis mil niñas y niños nativos perdieron la vida en esos internados.
Los agravios han sido considerados como un “genocidio cultural” de acuerdo la Comisión de la Verdad y la Reconciliación de Canadá, que recopiló 6 mil 750 testimonios de sobrevivientes, muchos de ellos conciben en este acto de disculpa como una especie de lobby de relaciones públicas y reiteran que la reconciliación pasa por el conocimiento total de la verdad y llevar ante la Justicia a los responsables de esas vejaciones.
El genocidio cultural, un capítulo oscuro en la historia de Canadá que duró 130 años, abre la puerta para reflexionar en el papel que tienen y han tenido los medios de comunicación para poner bajo el reflector este tipo de atropellos. Y es que sí, antes de hablar de reconciliación hay que hablar de la verdad. En ese sentido, el primer juez indígena de Canadá e integrante de la Comisión de la Verdad y la Reconciliación, Murray Sinclair, afirma que el informe final subestima el número de niños y niñas indígenas muertos en las escuelas residenciales. “Quizá, nunca sepamos el número exacto”, sentencia el juez Sinclair.
En este genocidio como el del holocausto, es importante regresar a Hannah Arendt, quien cubrió para el The New Yorker el juicio contra Adolf Eichmann en la ciudad de Jerusalén, resultados de sus reflexiones sobre este tema es el libro Eichmann en Jerusalén: un estudio sobre la banalidad de mal (1963) y de lo que representaba un nuevo tipo de criminal que actúa bajo circunstancias que le hacen casi imposible saber que está obrando mal, es decir sobre la irreflexión de quien comete crímenes actuando bajo órdenes, lo cual no lo libera de culpa pero sí lo hace sujeto de una nueva forma de juicio.
Para las víctimas del genocidio cultural de Canadá una disculpa no es suficiente, y por ello alzan la voz en demanda de justicia porque la lealtad y obediencia que formaron parte de las doctrinas de integración canadienses, no pueden ser justificables, porque ante la justicia deben estar quienes cometieron abusos en nombre de la religión y porque esos nombres aún existen en archivos, cuya demanda es que sean abiertos para que se conozcan e impongan penas a quien en nombre de dios se convirtieron en victimarios.
Desde la prensa del Vaticano la peregrinación penitencial, como se le llamó a esta gira, el abordaje de la información se centró en destacar las sedes y encuentros que sostuvo el papa Francisco. Se hizo énfasis en las emociones por el perdón emitido, pero se bridó poca atención a las víctimas, a sus testimonios, expresiones de rencor y de demandas de justicia.
En contrasentido, diarios como The Globe and Mail, Toronto Star y Montreal Gazzette en sus primeras planas intentaron plasmar el sentir de las víctimas, para un sector la esperanza de la reconciliación, para otros la duda ante lo insuficiente que a veces resulta la palabra lo siento. Como lo sentenciaron las comunidades indígenas y autoridades del país de la hoja de maple, el proceso de reconciliación en Canadá está en curso y su avance depende de diversos actores y factores: el sistema de justicia, la política y el abordaje y narrativas que sobre estos hechos presenten los medios a su sociedad.
REFERENCIAS:
Arendt,Hannah. (1963). Eichmann en Jerusalén. Estados Unidos: Viking Pinguin.
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