Somos un centro de investigación y análisis de comunicación para la reflexión, discusión y generación de propuestas para el bienestar mediante la creación de conocimiento práctico que abone al diseño de mejores políticas públicas.
Por Iveth Serna
El bien común y el interés común son dos conceptos que tienen un origen profundamente comunitario pero que las élites políticas, económicas y sociales se han encargado de vaciar de significado para potenciar su poder de manipulación y legitimar decisiones que abogan por los intereses de una minoría experta en simular un impecable ejercicio democrático, al menos, en el discurso.
Existe una idea más o menos clara de lo que llamamos interés privado, que es aquel que inserto en una la lógica de mercado no tiene más objetivo que obtener una ganancia económica que aumente la riqueza de una persona en particular.
El consenso de Washington, impulsado por las ideas de Von Hayek, estableció dos premisas básicas que ayudan a conceptualizar el interés privado; Estado mínimo y desregulación del mercado, lo que hoy llamamos neoliberalismo.
En este sentido, la empresa socialmente responsable es antinatural per sé, pero el Estado también lo es en tanto que las democracias modernas se amparan en el interés público para hacer de la economía un instrumento de la política.
Hay que tener especial cuidado cuando hablamos del interés público, el peligro radica en que la élite política lo utiliza como sinónimo del interés común y con ello suprime la soberanía que en principio no le pertenece al Estado.
De acuerdo con Héctor Escola el papel del Estado es satisfacer las demandas comunes de los ciudadanos y para ello goza de la administración organizada, eficiente y responsable de los bienes públicos adscritos en el artículo 27 de la Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos.
El monopolio de la soberanía por parte del Estado dio origen al Estado de Bienestar que no es más que la idea de intervención estatal en el desarrollo económico de los ciudadanos mediante la tabulación de salarios, leyes de jubilaciones y pensiones y las llamadas prestaciones sociales.
El mito se sostiene, como dice Luciano Pereña, en la idea de que la finalidad de la administración pública es encausar las necesidades de los ciudadanos hacía el bienestar general y la paz social.
La dicotomía entre el interés privado y el interés público no es otra que la lucha por demostrar la eficiencia administrativa de la empresa y del Estado, sostenida en una visión reduccionista que no lograr superar (o no tiene intención de hacerlo) el utilitarismo económico de la idea de desarrollo.
El camino para transitar del desarrollo al bienestar es la vida colectiva. La comunidad es el único lugar donde encontramos el verdadero interés común, el de la vida diaria, el que no tiene nada que ver con los rimbombantes indicadores macroeconómicos, pero que son necesarios y pertinentes para la estadística de legitimación de la política pública que, paradójicamente, termina beneficiando al interés privado.
En el “Contrato Social” Rousseau aseguraba que “la oposición de los intereses particulares ha hecho necesario el establecimiento de sociedades”. Ergo, el bien común no se logra con políticas de gabinete sino desde la vida en comunidad, pues es ahí donde se construye el verdadero interés colectivo mediante la comunicación soberana, es decir, lo que se pone en común con independencia de los intereses de las élites.
Varios analistas coinciden en que el Estado atraviesa una crisis profunda que va más allá de la corrupción y es mucho más peligrosa, pues radica en la idea, cada vez más extendida, de que el Estado ha dejado de ser útil para el interés privado y mucho más para el interés común.
La crisis del Estado parece ser de origen, por un lado, tenemos una profunda obsesión por la institucionalidad estatal que, para algunos pensadores como Marx, no es más que un aparato al servicio de la clase dominante, mientras que, para otros, es el protector del pueblo (regresamos aquí al mito del Estado de Bienestar); ambas visiones igualmente peligrosas por conllevar el despojo de las libertades colectivas.
La soberanía vive en la comunidad, ahí radica también la posibilidad de la construcción del bienestar mediante la reivindicación de la vida comunitaria y la acción directa contra los abusos del interés privado y la depravación del interés público.
En el colectivo, como dice Carlos Taibo, hay un rechazo directo a los liderazgos y personalismos; el lopezobradorismo, el calderonismo, el foxismo, el salinismo, el zapatismo, el juarismo, deben diluirse para entender y transformar la realidad civil mediante la validación conceptual del verdadero interés comunal, el de la comunión, el de lo común, el de la comunidad, el de la comunicación para el bienestar.
Iveth Serna publica todos los sábados en este medio.
Periodista, maestranda en comunicación organizacional y diplomada en Marketing Digital.
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