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Era un gran rancho electrónico
Con nopales automáticos
Con sus charros cibernéticos
Y sarapes de neón
Rockdrigo González
Por José Luis Flores Torres
De acuerdo a Gilles Lipovetsky, en la actualidad la postmodernidad ya no sirve para definir el momento actual de las sociedades liberales. Estamos en un momento histórico donde no existen sistemas alternativos al presente y donde el mercado ha impuesto su ley. Es el momento de la hipermodernidad sin oposición alguna, sin normativa o regulación y que tiene el estatus de global. Tiempo de consumo o hiperconsumo y al mismo tiempo era del vacío, brillante y glamuroso, en donde lo cotidiano deviene en sociedad del espectáculo poblado de pantallas.
La televisión en México, siempre ha sido considerado un medio masivo de comunicación de primera importancia. En pleno auge de la época dorada del cine nacional, la televisión llega a México de manera experimental a mediados de los años cuarenta del siglo pasado y tardó un par de décadas en constituirse, no solo como un sistema informativo importante, sino vital para el aleccionamiento ideológico utilizado por los políticos de la élite oligárquica en el poder.
Así, coincidiendo con la celebración de los juegos olímpicos en 1968 y del mundial de fútbol un par de años después, la televisión mexicana se masificó y al mismo tiempo se convirtió en un factor de poder político real y en un generador de contenidos con influencia en todos los países latinoamericanos. Ante esto, el Censo de Población y Vivienda 2020, (publicado por el Instituto Nacional de Estadística y Geografía, INEGI) constituye un valioso documento que nos permite no solo conocer el perfil demográfico del país, sino detallar una radiografía del estado que guarda, en este caso, el consumo de televisión en México.
Uno de los rubros medidos en tal censo, fue la disponibilidad que tienen los mexicanos a las Tecnologías de Información y Comunicación (TIC). En tal rubro, un primer dato que llama la atención es que poco más de la mitad de los mexicanos dedique parte de su ingreso a la contratación de algún servicio de televisión de paga. Es decir, a partir de tal dato podemos suponer que contar con tal opción, se ha convertido en algo de particular importancia para los mexicanos, pues esto nos indicaría que hay un sector importante de población (que se acerca al 50%) que ya no se encuentra satisfecha con contar solo con los canales de televisión tradicional. Tal idea queda más clara al analizar que otro 20% de los mexicanos cuenta además con algún servicio de plataforma multimedia streaming (como Netflix, Clarovideo, etc.).
Aventurarnos a declarar una crisis de contenidos y credibilidad en los medios tradicionales a partir de estos datos, puede sonar algo aventurado (aunque no totalmente fuera de la realidad), no obstante, es una realidad que un sector importante de mexicanos no se encuentra satisfecho con lo que les brinda la televisión convencional y están en la búsqueda de otras opciones de contenidos audiovisuales.
Para tener una idea más clara respecto al consumo actual de televisión en México, habrá que complementar estos datos con los proporcionados por la Encuesta Nacional sobre Disponibilidad y Uso de Tecnologías de la Información en los Hogares (ENDUTIH) 2018, en donde se señala que, en México, alrededor de 32.2 millones de hogares cuentan con al menos un televisor, lo cual representa 92.9% del total en el país.
Esto es, la televisión, independientemente del sistema en el cual se consuma, sigue siendo rey de las TIC, debido a su amplia cobertura a lo largo del país y debido a que, si se hace un análisis socioeconómico más profundo podemos constatar que en estados como Oaxaca, el consumo de televisión de paga no abarca ni al 30% de su población. En similares circunstancias se encuentran otras demarcaciones como Chiapas, Guerrero y Morelos.
Es decir, en realidad lo que nos estarían señalando tales cifras es que el consumo de televisión hoy en día ha cambiado, sobre todo a partir del apagón digital del 2015 que, obligó a las personas a contratar algún sistema de televisión de paga o bien hizo necesario cambiar el aparato receptor por uno nuevo acorde a los requerimientos tecnológicos, con una mejor resolución y en donde además se amplió considerablemente la cantidad de canales a disposición de quienes solo cuentan con la posibilidad de consumir la opción abierta de televisión.
Esto es, la gama de opciones para tener acceso a contenidos audiovisuales se ha diversificado enormemente y de hecho, la televisión inteligente cuenta ahora con la posibilidad de conectarse a Internet, con lo cual se abren aún más las posibilidades de acceder a contenidos audiovisuales.
Así, si nos atenemos a las estadísticas antes señaladas, la televisión sigue siendo un medio muy posicionado en México, no obstante, la manera de consumirla ha cambiado diametralmente, sobre todo con la emergencia de una generación de jóvenes y niños, acostumbrados a las plataformas multitasking, en donde tener acceso a material televisivo es solo una de las múltiples tareas que pueden realizarse.
Es decir, como lo señala Lipovetsky, la hipermodernidad se presenta en un mundo caracterizado por la invasión de las nuevas tecnologías y la modificación del concepto de cultura. Vivimos en una sociedad donde el papel de la imagen se ha convertido en un icono, rodeados de una pantalla global (ordenadores, teléfonos móviles, televisores), una pantalla que ha roto el discurso narrativo continuado a favor de lo plural e híbrido, sin forma definida y con total heterogeneidad.
Hoy parece que hay más creadores de contenidos, que consumidores de los mismos. Tiempos de híbridos (con todo y su vulgar falta de identidad), descritos por el profeta del nopal, en los que el tamaño si importa y para los mexicanos, contar con una pantalla de grandes dimensiones se ha convertido en algo básico para el hogar, paisaje ahora poblado de pantallas en donde ver televisión, suele combinarse con el uso de laptops, teléfonos inteligentes, y tablets, en la búsqueda de imágenes. Se trata de vivir la experiencia del consumo televisivo en la era del vacío: hiperindividualismo caracterizado por la multipantalla, en donde la narrativa que da cuenta de la realidad pasa delante de nosotros, en su versión on demand.
Así, el consumo de televisión en México parece que sigue estando muy presente en la vida cotidiana del ciudadano, en un entorno en donde la oferta de material audiovisual es obscenamente alta. Hablar del contenido de los mismos sería materia de otra discusión. Por lo pronto podemos decretar que al parecer el rey no ha muerto: viva el rey de cualquier manera.
José Luis Flores publica todos los martes en este medio.
Licenciado en Ciencias de la Comunicación por la Universidad Autónoma Metropolitana (UAM) Xochimilco, Maestro en Comunicación por la Universidad Iberoamericana y Doctorante en Investigación de la Comunicación por la Universidad Anáhuac México. Académico en la Facultad de Comunicación en la Universidad Anáhuac México.
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