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Toda nuestra humanidad depende de reconocer la humanidad en la otredad
Desmond Tutu
El Consejo Nacional para Prevenir la Discriminación, la Dirección General de Asuntos Religiosos y la Subsecretaría de Derechos Humanos de la Secretaría de Gobernación, presentan un foro interreligioso con dos mesas, una de ecumenismo, que incluye a diferentes iglesias de la cristiandad, y una más con la participación de diferentes religiones con presencia en México.
Más allá del hecho histórico donde diferentes expresiones religiosas abonaron a la elaboración de la Carta de los Derechos Humanos de la ONU promulgada en 1948, actualmente su ejercicio concreto tiene lugar en el día a día a lo largo y ancho de México.
Con base en el respeto al Estado Laico, la participación histórica de éstas y otras expresiones religiosas reflejan un aporte importante en el bienestar de la población a la que sirven, enriqueciendo su propuesta espiritual con un compromiso por los derechos humanos, con una comprensión basada en la dignidad de la persona.
Apoyando a múltiples sectores que se ven vulnerados, hay espiritualidades que sirven y acompañan a familiares en búsqueda de personas desaparecidas, a mujeres víctimas de la violencia de género, a personas defensoras de la tierra y el territorio, defensoras y promotoras de los derechos humanos, a periodistas en situación de riesgo, a las personas del sector LGBTTIQ+, a personas migrantes y desplazadas, a niñas, niños y adolescentes, y un amplio etcétera, con el ánimo de transfigurar el espacio público en un espacio de bienestar común.
En el caso del complejo mosaico de las personas participantes en este foro, nos remiten al pensamiento de Desmond Tutu cuando expresa que “el reino de Dios es el reino de la justicia, la compasión, la preocupación por la otredad y del compartir, donde no habrá más llanto, donde las hijas e hijos de Dios, negros, blancos, amarillos, etc., viven como hermanas y hermanos, como parte de una sola familia, la familia humana”.
El servicio promotor de la dignidad humana que diferentes expresiones de fe brindan, significa disponer bienes materiales, económicos y espacios, así como habilidades profesionales de especialización y el no renovable bien del tiempo, con un estimado del producto interno bruto que no ha sido calculado, y llegando a lugares a los que ningún otro actor público podría acceder, debido al grado de aceptación.
El papel desempeñado por estos sectores de la espiritualidad muestra una labor de atención a las víctimas del sistema, donde además de disponer un cúmulo importante de bienes, corren riesgos que también les han significado desde amenazas y atentados, hasta lesiones y la violenta pérdida de la vida propia o de seres queridos por el único motivo de servir para restaurar la dignidad humana.
Es precisamente la dignidad humana el vínculo de comunión en la riqueza de la compleja diversidad religiosa, que es reconocida prácticamente por la totalidad de las diferentes religiones, independientemente de las expresiones culticas, la base común es que se asume que la persona humana es imagen y semejanza de Dios.
Sin embargo, cierta comprensión decimonónica del laicismo considera impertinente que las expresiones religiosas se ocupen del bienestar común; una óptica legítima que es consecuencia de la historia de México, aunque en la práctica se respeta la no injerencia del Estado en las convicciones religiosas, y la no injerencia de las convicciones religiosas en el Estado.
La coyuntura histórica evidencia la irreversibilidad del Estado Laico en México, así como el reto para las diferentes expresiones religiosas de expresar más nítidamente el reconocimiento del aliento divino en la otredad.
Eduardo Carrasco Gómez publica todos los jueves en este medio.
Eduardo Carrasco Gómez es teólogo y comunicólogo, profesor invitado en la Escuela Nacional de Antropología e Historia.
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